HISTORIA DEL HOMBRE QUE VIVE TODAVÍA ESCRITO POR BIBLIOTECA EL ABRIL 2, 2013. POSTEADO EN LECTURAS RECOMENDADAS Por Julia Comba
1ª PARTE
Las paredes de la ciudad
de Rosario amanecen pintadas con la leyenda “Pocho Vive” y decoradas con
esténcils de un ángel que anda en bicicleta, desde hace ya diez años. Los
rosarinos saben, los turistas se sorprenden. Esta es la historia de Claudio
Pocho Lepratti, un militante social que fue asesinado por la policía durante la
crisis de 2001 pero quiso seguir viviendo.
El 19 de diciembre de 2001
Celeste Lepratti deseaba volver a su casa. Se tomó el colectivo en Concepción
del Uruguay, Entre Ríos, y recorrió, una vez más, los pocos kilómetros que la
separaban de Colonia de los Ceibos donde vivía con su familia. Llegó a la
tardecita. Estaba sorprendida y conmovida por los saqueos del día anterior en
Concepción, esa pequeña ciudad a la que los medios nacionales presentaron como
“el primer lugar saqueado del país”. pocho3
En el campo estaban Dalis,
su madre, y Osvaldo, uno de sus hermanos. Claudio, el hermano mayor, vivía en
Rosario desde hacía tiempo y los visitaba, con suerte, dos veces al año. Laura,
la mayor de las mujeres, se había mudado a Concepción para trabajar de maestra.
Martín, el cuarto hermano, aprovechaba para visitar a unos amigos y el más
pequeño, Camilo, rendía materias en Oro Verde, un pueblo cercano en el que
cursaba su secundario. El papá, Orlando, estaba separado de Dalis pero vivía
cerca, en la casa que había sido de su padre. Celeste llegó y se sentó a mirar
la tele y a conversar con su madre y su hermano sobre lo que estaba ocurriendo.
-No entendíamos mucho lo
que pasaba, como le pasó a tanta gente -dice Celeste, después de casi diez
años, en su departamento del complejo gremial, en la zona sur de Rosario.
Y lo que pasaba era que el
país se estaba prendiendo fuego y que la gente se había cansado de esperar.
Probablemente entre un mate y otro, sonó el teléfono. Eran cerca de las 21hs.
Osvaldo atendió y habló unos segundos. A Celeste el llamado le pareció eterno.
-Sí…- decía su hermano-
No. Sí, sí.
Y muchos silencios -De
esos que siempre dicen todo.
Celeste miraba a su mamá
Dalis y pensaba en Camilo, el hermano menor. Dalis miraba a Celeste y también
pensaba en Camilo, su hijo más pequeño. Pero ninguna decía nada. Hasta que
Osvaldo colgó.
-Y ahí nos dice- recuerda
Celeste sin querer nombrar eso que su hermano les dijo. Y “eso” era que un
policía le había disparado a Claudio en el cuello a las 18.15 de la tarde del
19 de diciembre de 2001, cuando se encontraba en el techo de la escuela en la
que trabajaba y moría 45 minutos después, mientras ella volvía en colectivo a
su casa sorprendida y conmovida, como tanta gente, por todo lo que estaba
sucediendo.
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