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Reflexiones litúrgicas

Ahora nos toca a nosotros: P. Aderico Dolzani, ssp. 12/05/2013


En el día de la Ascensión, los apóstoles comprendieron mejor las Sagradas Escrituras:“se les abrió la mente”. Jesús, antes de dejarlos, les dijo algo muy consolador: “Ustedes son testigos de todo esto”, que es lo mismo que declarar: “Confío en ustedes”. Los llevó hasta cerca de Betania, los bendijo y se separó de ellos. Subió al cielo. Los discípulos volvieron a Jerusalén muy contentos. La vida de todos los mortales termina con la muerte. La muerte de Cristo se transforma en la alegría de la Resurrección y el envío de los que creyeron en él para que misionen por todo el mundo. Así comienzan los tiempos de la Iglesia primitiva, una comunidad que vivía con la alegría de la misión, algo que se repite hasta nuestros días. La Iglesia, una comunidad que toma seriamente la misión, es alegre y contagia alegría. Aquel día los apóstoles entendieron que comenzaba una nueva tarea, y fueron a predicar el evangelio por todo el mundo entonces conocido. Pedro viajó a Roma, Italia, y allí lo crucificaron cabeza abajo. Santiago, el Mayor, hermano de Juan, fue decapitado en la misma Jerusalén. Su hermano, Juan, el evangelista, estuvo en Asia Menor, ciertamente en Patmos y Éfeso. Andrés, hermano de Pedro, divulgó la fe en Rusia y en Crimea, y murió en una cruz de aspas,la “cruz de san Andrés”. Felipe evangelizó Asia Menor, y murió crucificado a los 87 años. Tomás evangelizó el Oriente hasta la lejana India. Bartolomé predicó en la Mesopotamia, donde le arrancaron la piel. Simón y Tadeo fueron decapitados después de predicar en Armenia y Egipto. Santiago, el Menor, que evangelizó Jerusalén, fue arrojado desde la muralla de la ciudad, apaleado, y su cuerpo fue encontrado, según la tradición, en Galicia, donde es venerado. Los apóstoles comprendieron que, después de la Ascensión, les tocaba a ellos continuarla. Ellos eran los testigos que habían entendido las Escrituras y recibido el don del Espíritu Santo. Ahora los testigos somos nosotros, y a nosotros nos toca llevar adelante esa misión. ¿A dónde vamos?

El mensaje de la liturgia: La gran tarea: ¡Ascensión!, final de la historia terrena de Jesús. El Maestro desaparece “físicamente” de este mundo, donde estuvo haciendo y enseñando. Pero la historia continúa. Hace 2000 años que continúa en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. Jesús lo anunció: Recibirán la fuerza del Espíritu Santo (…) y serán mis testigos (…) hasta los confines de la tierra. Esta es la gran tarea: Ser testigos con nuestra vida de cuanto Jesús hizo y dijo para la salvación  (= felicidad) del hombre.




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