¿QUIÉN ES LA PROFETISA FULDÁ ?
FULDÁ: LA AMISTAD CON
DIOS, ENTRAÑA DE LA VIDA DEL
PROFETA
El rey Manasés gobernó
Judá con crueldad inusitada (698-643
aC .). La idolatría y la injusticia sumieron a los pobres
en la miseria, y casi arrancaron de las entrañas del pueblo el recuerdo del
Dios liberador (2Re 21,1-18). Amón, hijo de Manasés, continuó ejerciendo las
tropelías de su padre, hasta que fue asesinado en el curso de una revolución
contra la tiranía (643-640 aC .)
(2Re 21,19-26).
La magnitud de la
persecución religiosa que Manasés y Amón ejercieron contra los seguidores del
Dios liberador fue muy intensa. Podríamos decir, desde la perspectiva
metafórica, que el pueblo casi olvidó los fundamentos de su religión. La nación
casi olvido que el Señor liberó a sus antepasados de la esclavitud de Egipto y
que les regaló la tierra prometida. El país habría descuidado el cumplimiento
de los mandamientos, arrinconado la observancia de la ley, y desdeñado la
vivencia de la piedad.
Muerto Amón, el pueblo
entronizó a Josías (640-609
aC .). El nuevo monarca, piadoso y justo, emprendió la
reforma del reino. Inició su tarea remozando el templo del Señor. Un día envió
al templo a su secretario, Safán, para que entregara dinero al sumo sacerdote,
Jelcías, con el que pagar a los obreros que reconstruían el santuario. Jelcías
comunicó a Safán que en el curso de las obras del templo había encontrado el
“libro de la Ley ”
(622 C .)
(2Re 22,8). Safán quedó impactado con su lectura; y, después lo leyó a Josías
quien se rasgó las vestiduras al escuchar el contenido del texto.
¿A qué libro denominamos
“libro de la Ley ”?
La respuesta es compleja; en este artículo adoptaremos una perspectiva
catequética.
La lectura global de la Escritura da a entender
que “el libro de la Ley ”
es el Deuteronomio. El mensaje del
Deuteronomio es crucial para la vivencia religiosa. Define la alianza de
Dios con su pueblo (Dt 5,1-5), especifica los “Diez Mandamientos” (Dt 5,6-21),
rememora la liberación de los israelitas esclavos en Egipto (Dt 6,20-25),
afirma la bondad de Dios (Dt 6,4-25), insiste en la sacralidad del templo (Dt
12-25), y recalca la necesidad de practicar la justicia.
La mala conducta de los
moradores de Judá, auspiciada por la arbitrariedad de Manasés y Amón, había
provocado el olvido de las exigencias morales contenidas en el libro de la Ley. Los moradores de
Judá, acostumbrados a desobedecer los preceptos divinos, llegaron a olvidar la
existencia del libro que los contenía: el Deuteronomio.
Josías percibe en el
descubrimiento del libro la revelación de la providencia de Dios. El rey desea
poner emprender la reforma del país atendiendo a los criterios emanados del
“libro de la Ley ”.
Pero, antes de tomar ninguna iniciativa, escuchará la voz de un profeta. El
monarca envía una comisión, encabezada por el sacerdote Jelcías, al barrio
nuevo de Jerusalén, a casa de la profetisa Fuldá, esposa de Salún.
Fuldá escuchó a los
enviados; y, utilizando el lenguaje del AT, animó al rey a emprender la reforma
del país siguiendo las normas divinas contenidas en el libro de la Ley. Alentado por
las palabras de la profetisa, Josías acometió la reforma de Judá (2Re 23,1-27).
Como decíamos al
principio, el reinado de Manasés y Amón tiñó de injusticia e idolatría las
calles de Jerusalén. Pero en medio de la barbarie, la profetisa Fuldá guardó en
su corazón y en su memoria la fuerza liberadora de la Palabra de Dios; y cuando
llegó el tiempo oportuno, durante el reinado de Josías, comunicó las exigencias
del Señor.
En el corazón del profeta
no anida el activismo, late la mística. Durante los años de oprobio que
enlutaron Judá, Fuldá guardó en su corazón el recuerdo de la palabra
liberadora, y mantuvo vivas las exigencias del Deuteronomio.
A menudo creemos,
erróneamente, que no podemos hacer nada para cambiar la situación de injusticia
que atenaza el entramado social de nuestro mundo; y, desanimados, caemos en la
apatía. En otras ocasiones, también falsamente, nos lanzamos al activismo; y,
estresados, nos precipitamos en el desánimo.
El profeta es el artífice
de la intervención liberadora de Dios en la historia. Por eso lo primero que el
profeta cuida es su relación con el Señor. El profeta, el amigo fuerte de Dios,
sabe que el Señor propiciará la ocasión para que la amistad que ha tejido con
él llegue a transformar el alma del mundo y el corazón de cada persona.
Francesc Ramis Darder.
Palma de Mallorca, Baleares, España
Licenciado en Biología. Licenciado en Sagrada Escritura. Doctor en
Teología. Autor de numerosos libros y artículos publicados en diversas revistas
especializadas y de divulgación.
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