Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno
de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de
la huella que cada uno de ellos había dejado. Llamó a cada uno de los
estudiantes al frente de la clase, uno por uno. Primero, les contó a cada uno
como habían hecho huella en la vida de ella, y en la de la clase. Luego
presentó a cada uno, con una cinta azul, impresa con letras doradas, en la cual
se leía, “Quien soy deja huella.”
Al final, la maestra decidió hacer un proyecto de
clase, para ver el impacto que el reconocimiento tendría en una comunidad. Les
dio a cada uno, tres cintas azules más, y les pidió que fueran y extendieran
esta ceremonia de reconocimiento. Luego deberían seguir los resultados, ver
quién premió a quién, e informar a la clase al cabo de una semana.
Uno de los alumnos, fue a ver a un joven ejecutivo de
una industria cercana, y lo premió por ayudarle con la planificación de su
carrera. Le dio una cinta azul, y la adhirió a su camisa. Luego le dio las dos
cintas extras y le dijo, “estamos haciendo un proyecto en clase de...
“reconocimiento”, y nos gustaría que usted encontrara a alguien a quién
premiar, y le dé una cinta azul. Más tarde ese mismo día, el joven ejecutivo
fue a ver a su jefe, quien tenía reputación de ser una persona amargada, y le
dijo que él lo admiraba profundamente por ser un genio creativo.
El jefe pareció estar muy sorprendido. El joven
ejecutivo le preguntó si el aceptaría el regalo de la cinta azul, y darle
permiso de ponerla en la camisa. El jefe dijo, ”Bueno, !Claro!” El joven
ejecutivo tomó una de las cintas azules y la puso en la chaqueta del jefe,
sobre su corazón.
Y le preguntó, ofreciéndole la última cinta,
“¿Podría tomar está cinta extra, y pasarla premiando a alguien más?” El
estudiante que me dio estas cintas está haciendo un proyecto de clase, y
queremos continuar esta ceremonia de reconocimiento y ver cómo afecta a la
gente. Esa noche, el jefe llegó a casa y se sentó con su hijo de 14 años, y le
dijo “hoy me pasó algo increíble” estaba en mi oficina, y uno de mis empleados
vino y me dijo que me admiraba, y me dio una cinta azul por ser un genio
creativo. ¡Imagínate! ¡El piensa que yo soy un genio creativo!
Luego me puso una cinta azul que dice, “Quien soy
deja huella.” Me dio una cinta extra y me pidió que encontrara a alguien más a
quién premiar. Cuando estaba conduciendo a casa esta noche, Empecé a pensar a
quién pudiera premiar con esta cinta, y pensé en ti. Quiero premiarte a ti.
Mis días son muy agitados y cuando vengo a casa, No
te pongo mucha atención. Te grito por no tener buenas notas y por el desorden
en tu habitación. De alguna forma, esta noche, solo quería sentarme aquí y,
bien, hacerte saber que tu me importas. Tú y tu madre sois las personas más
importantes en mi vida. ¡Eres un gran muchacho, y te quiero! El muchacho
sorprendido empezó a sollozar y a llorar, no pudo parar. Todo su cuerpo
temblaba.
Miró a su padre y entre lágrimas dijo, “Papá, hace un
rato me senté en mi habitación y escribí una carta para ti y mamá, explicando
porque me había quitado mi vida, y les pedía que me perdonaran.” Me iba a
suicidar esta noche después de que vosotros os durmierais. Yo pensé que a
vosotros no les importaba. La carta está arriba. No creo que la vaya a necesitar
después de todo esto. Su padre subió al segundo piso y encontró la carta,
sincera y llena de angustia y dolor. El jefe regresó al trabajo totalmente
cambiado. Ya no estaba amargado, pero se aseguró de hacer saber a todos sus
empleados que ellos hacen diferencia.
El joven ejecutivo ayudó a mucho otros jóvenes con la
planificación de sus carreras, uno de ellos era el hijo del jefe, y nunca se
olvidó de recordarles que ellos dejaban huella en su vida. Por añadidura, el
joven y sus compañeros de clase aprendieron una lección muy valiosa. “Quien
soy, deja huella”.
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