SABIDURÍA BABILÓNICA Y
BÍBLICA Francesc Ramis Darder
El Doliente y su Amigo constituye una meditación
sobre la miseria humana. Comenzó a entretejerse en Babilonia (XI a.C.), pero
las copias más antiguas proceden de la biblioteca de Asurbanipal. Las primeras
letras de cada verso constituyen el acróstico que delata la identidad del
compilador: Yo soy Saggil-kinam-ubbib, sacerdote, cantor, siervo de la asamblea
divina y del gran rey. El poema constituye el diálogo entre un hombre hastiado
de la vida, y su amigo que discute con él.
Recuerda la disputa de Job con sus amigos. Job,
harto de dolores, pregunta a sus compañeros la razón de su penar. Los amigos le
hablan de la bondad de Dios con los justos, pero Job les pregunta: ¿Por qué
siguen vivos los malvados, que envejecen y acrecen su poder? (Job 21,7; Jr
12,1; Ecl 8,14). La respuesta es pareja a la del Doliente a su amigo:
"Quienes se olvidan de sus dioses prosperan […] los pecadores triunfan,
mientras yo he fracasado" (Lin. 66-67).
El Eclesiastés subyaga la identidad del hombre que
no encuentra sentido a la vida. Proclama con hastío: A lo largo de la vida, he
observado que en el puesto de la Ley está el delito; en el puesto de la
justicia, la injusticia (Ecl 3,16). De modo análogo, clama el Doliente: He
buscado orden en el mundo, pero todo está al revés (Lin 243-253). El
Eclesiastés suplica el auxilio divino: Respóndeme, Señor, pues tu amor es
bondadoso; por tu inmensa ternura vuélvete hacia mí (Ecl 69,17). De modo
parejo, exclama el Doliente: Que la asamblea divina, que me abandonó, tenga
misericordia de mí (Lin 287-297). Ahora bien, el Doliente, apegado al politeísmo,
requiere el auxilio de la pluralidad de dioses, alejados del ser humano.
Mientras el Eclesiastés demanda la bondad de Dios, capaz de colmar la vida de
sentido; pues sentencia: Confía en Dios y guarda sus mandamientos, porque en
esto consiste ser hombre (Ecl 12,13).
Como sucede con el Diálogo, la Lamentación
constituye un género literario común a la Escritura y al pensamiento
mesopotámico. La Lamentación por la Ciudad de Ur aparece en una colección de
tablillas descubiertas en Nippur.
La Lamentación gime por la caída de la ciudad de
Ur bajo la espada de Kindattu, rey de Elam (2004 a.C.). Señala con tristeza
como hasta los mejores monarcas y las urbes esplendentes, tarde o temprano,
sucumben. No obstante, una ciudad devastada puede levantarse de nuevo. Como
sabemos, el eje de toda ciudad recaía en el templo, por eso quienes rehicieron
Ur comenzaron reconstruyendo el santuario. Cuando lo alzaban, recitaban la
Lamentación para recordar a los dioses, como sucedía entre los antiguos, que
los constructores eran ajenos a quienes lo habían devastado.
El libro de las Lamentaciones describe la
destrucción de Jerusalén por la espada de Nabucodonosor: Ha hundido en tierra
sus puertas […] el rey y sus príncipes están entre paganos (Lam 2,9). De modo
análogo, señala la Lamentación por Ur: el dios Enlil ha huido de Nippur (urbe
vecina de Ur) el viento pasa por la puerta de la ciudad (LUr 1,37). Ambos
poemas lloran la caída de una urbe. No obstante, la debacle de Ur, lamenta la
huída del dios Enlil, mientras la Lamentación gime por la huída del rey y los
príncipes. Los moradores de Nippur, apegados al politeísmo, pensaban que cada
ciudad estaba regida por un dios que pugnaba con los otros para mantener su
prebenda; por eso, cuando caía la villa, la divinidad huía para que la poseyera
otro dios, enemigo del anterior. Ahora bien, la Escritura afirma la unicidad de
Yahvé; por eso, aunque Jerusalén haya caído, Dios continúa velando por ella (Is
54,8), mientras los nobles, culpables del desastre, abandonan la ciudad con el
acíbar de la derrota (Jr 52).
La Escritura recoge el calado de Diálogos y
Lamentaciones, habituales en la cultura mesopotámica. Aún así, les confiere un
valor teológico más hondo. Asentada en el monoteísmo, la Escritura no aboca al
ser humano hacia la desesperación, le ofrece el horizonte hacia el que orientar
la vida: la observancia de los mandamientos (Ecl 12,13), y el consuelo divino
(Job 42,1-6).
Para ampliar información, pueden consultar mi
libro "Los sabios, testigos del Dios de la vida": http://bibliayoriente.blogspot.com.es/2013/01/los-sabios-testigos-del-dios-de-la-vida.html
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