12. Diálogo de salvación 12.06.85
1. Creer de modo cristiano significa ´aceptar la invitación al
coloquio con Dios´, abandonándose al propio Creador. Esta fe consciente nos
predispone también a ese ´diálogo de la salvación´ que la Iglesia quiere
establecer con todos los hombres del mundo de hoy (Cfr. Pablo VI Enc. Ecclesiam
suam), incluso con los no creyentes. ´Muchos son. los que hoy día se
desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan de forma
explícita´ (Gaudium et Spes, 19), constituida por la fe. Por esto, en la
Constitución pastoral Gaudium et Spes el Concilio tomó posición también sobre
el tema de la no creencia y del ateísmo. Nos dice además cuán consciente y
madura debería ser nuestra fe, de la que con frecuencia tenemos que dar
testimonio a los incrédulos y los ateos. Precisamente en la poca actual la fe
debe ser educada ´para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas
vencer´(n.21). Esta es la condición esencial del diálogo de la salvación.
2. La Constitución conciliar hace una análisis breve, pero exhaustivo,
del ateísmo. Observa, ante todo, que con este término ´se designan realidades
muy diversas. Unos niegan a Dios expresamente (ateísmo); los hay que someten la
cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el
propio planteamiento de la cuestión (positivismo, cientifismo). Muchos,
rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden
explicarlo todo sobre la base puramente científica o, por el contrario,
rechazan sin excepción toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al
hombre, que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más. La
afirmación del hombre que la negación de Dios. Hay quienes imaginan un Dios por
ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni
siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer,
no sienten inquietud religiosa alguna. El ateísmo nace. a veces como violenta
protesta contra la existencia del mal en el mundo o como adjudicación indebida
del carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados
prácticamente como sucedáneos de Dios. La civilización actual, no en sí misma,
pero sí por su sobrecarga de apego a la tierra (secularismo), puede dificultar
en grado notable el acceso del hombre a Dios´ (n.19).
3. El texto conciliar, como se ve, indica la variedad y la
multiplicidad de lo que se oculta bajo el término "ateísmo". Sin
duda, muy frecuentemente se trata de una actitud pragmática que es la
resultante de la negligencia o de la falta de ´inquietud religiosa´. Sin
embargo, en muchos casos, esta actitud tiene sus raíces en todo el modo de
pensar el mundo, especialmente del pensar científico. Efectivamente, se acepta
como única fuente de certeza cognoscitiva sólo la experiencia sensible,
entonces queda excluido el acceso a toda realidad suprasensible, transcendente.
Tal actitud cognoscitiva se encuentra también en la base de esa concepción
particular que en nuestra poca ha tomado el nombre de ´teología de la muerte de
Dios´. Así, pues, los motivos del ateísmo y más frecuentemente aún del
agnosticismo de hoy son también de naturaleza teórico-cognoscitiva, no sólo
pragmática.
4. El segundo grupo de motivos que pone de relieve el Concilio está
unido a esa exagerada exaltación del hombre, que lleva a no pocos a olvidar una
verdad tan obvia, como la de que el hombre es un ser contingente y limitado en
la existencia. La realidad de la vida y de la historia se encarga de hacernos
constatar de modo siempre nuevo que, si hay motivos para reconocer la gran
dignidad y el primado del hombre en el mundo visible, sin embargo, no hay
fundamento para ver en él al absoluto, rechazando a Dios.
Leemos en la Gaudium et Spes que en el ateísmo moderno ´el afán de la
autonomía humana lleva a negar toda dependencia del hombre respecto de Dios.
Los que profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en
que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia
historia. Lo cual no puede conciliarse, según ellos, con el reconocimiento del
Señor, autor y fin de todo, o por lo menos tal afirmación de Dios es
completamente superflua. El sentido de poder que el progreso técnico actual da
al hombre puede favorecer esta doctrina´ (n.2).
Efectivamente, hoy el ateísmo sistemático pone la ´liberación del
hombre principalmente en su liberación económica y social´. Combate la religión
de modo programático, afirmando que ésta obstaculiza la liberación, ´porque, al
orientar el espíritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartará al hombre
del esfuerzo por levantar la ciudad temporal´. Cuando los defensores de este
ateísmo llegan al gobierno de un Estado -añade el texto conciliar- ´atacan
violentamente a la religión, difundiendo el ateísmo, sobre todo, en el campo
educativo, con el uso de todos los medios de presión que tiene a su alcance el
poder público´ (n.20). Este problema exige que se explique de modo claro y
firme el principio de la libertad religiosa, confirmado por el Concilio en una
Declaración a este propósito, la Dignitatis humanae.
5. Si queremos decir ahora cuál es la actitud fundamental de la
Iglesia frente al ateísmo, está claro que ella lo rechaza ´con toda firmeza´
(n.21),porque está en contraste con la esencia misma de la fe cristiana, la
cual incluye la convicción de que la existencia de Dios puede ser alcanzada por
la razón. Sin embargo, la Iglesia, ´aunque rechaza en forma absoluta el
ateísmo., reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes,
deben colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común. Esto
no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo´ (n.21). Hay que añadir que
la Iglesia es particularmente sensible a la actitud de esos hombres que no
logran conciliar la existencia de Dios con la múltiple experiencia del mal y
del sufrimiento.
Al mismo tiempo, la Iglesia es consciente de que lo que ella anuncia
-es decir, el Evangelio y la fe cristiana- ´está en armonía con los deseos más
profundos del corazón humano, cuando reivindica la dignidad de la vocación del
hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos más
altos´ (n.21).
´Enseña además la Iglesia que la esperanza escatológica no merma la
importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos
motivos de apoyo para su ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese
fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre
lesiones gravísimas., y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del
dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la
desesperación´ (n.21).
Por otra parte, aun rechazando el ateísmo, la Iglesia ´quiere conocer
las causas de la negación de Dios que se esconden en la mente del hombre ateo.
Consciente de la gravedad de los problemas planteados por el ateísmo y movida
por el amor que siente a todos los hombres, la Iglesia juzga que los motivos
del ateísmo deben ser objeto de serio y más profundo examen´ (n.21).En
particular, se preocupa de progresar ´con continua renovación y purificación
propias bajo la guía del Espíritu Santo´(Cfr. n.21), para remover de su vida
todo lo que justamente pueda chocar al que no cree.
6. Con este planteamiento la Iglesia viene en nuestra ayuda una vez
más para responder al interrogante: ´¿Qué es la fe?. ¿Qué significa creer?,
precisamente sobre el fondo de la incredulidad y del ateísmo, el cual a veces
adopta formas de lucha programada contra la religión, y especialmente contra el
cristianismo. Precisamente teniendo en cuenta esta hostilidad, la fe debe
crecer de manera especial consciente, penetrante y madura, caracterizada por un
profundo sentido de responsabilidad y de amor hacia todos los hombres. La
conciencia de las dificultades, de las objeciones y de las persecuciones deben
despertar una disponibilidad aún más plena para dar testimonio ´de nuestra
esperanza´ (1 Ped 3, 15).
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