REFLEXIONES PARA EL ALMA:
DE JOSÉ LUIS PRIETO
Historias de vida, pensamientos para enfrentar
problemas, fortalecer el alma y el espíritu, un dulce maná de reflexiones para
hacer de la realidad un sueño.
Padres e hijos
Muchas enfermedades se producen porque nuestro
sistema inmunológico no funciona muy bien.
Las defensas de nuestro organismo comienzan a decaer y nuestro cuerpo se resiente. En ese momento cualquier virus se encontrará sin barreras y empezarán a aparecer enfermedades, desde un simple resfrío hasta un tumor incurable.
Las defensas de nuestro organismo comienzan a decaer y nuestro cuerpo se resiente. En ese momento cualquier virus se encontrará sin barreras y empezarán a aparecer enfermedades, desde un simple resfrío hasta un tumor incurable.
Hay factores que debilitan nuestras defensas, la
mala alimentación, el desánimo, la depresión, el exceso de trabajo, el estrés y
muchos motivos más. Estas cosas de una manera u otra afectan sensiblemente
nuestro organismo.
Para evitar que lleguemos a situaciones extremas,
debemos estar alerta y al más mínimo síntoma recurrir al médico para que tome
carta en el asunto. Seguramente el doctor nos medicará para que el sistema
inmunológico comience nuevamente a producir esas defensas que son elementales
para nuestro organismo y de esta manera no tener que lamentarnos por posibles
enfermedades que pueden llegar a ser trágicas.
Esto mismo lo podemos aplicar a una familia de
nuestros tiempos. Si los padres se ocupan de sus hijos desde que nacen y
ejercen una autoridad y una enseñanza basada en el amor de Dios, con el paso
del tiempo y especialmente en la adolescencia sus hijos se darán cuenta de que
sus «defensas» están a un buen nivel, tanto en su mente como en su corazón.
Esas «defensas» son las que les permitirán
rechazar todo tipo de virus maligno que intente contaminar y destruir su vida.
Me refiero a esos virus que producen desprecio por su propia vida y la de los
demás; adicción a las drogas, al alcohol, falta de sentimientos hacia sus seres
queridos y muchas otras cosas.
En estos días vivimos en una sociedad muy particular donde los que parecen ser amos y señores son los niños y los adolescentes. Aunque al mismo tiempo tienen las defensas muy bajas y no saben lo que hacen.
En estos días vivimos en una sociedad muy particular donde los que parecen ser amos y señores son los niños y los adolescentes. Aunque al mismo tiempo tienen las defensas muy bajas y no saben lo que hacen.
Por otro lado nosotros los mayores no sabemos cómo
actuar, qué decir, ni cómo aconsejarles y nos quedamos atónitos viendo como
ellos se deslizan cuesta abajo en el camino de la autodestrucción.
Padres e hijos, lamentablemente vivimos engañados, pensando que lo malo siempre le sucede a los demás, hasta que un día, los demás, somos tú y yo.
Padres e hijos, lamentablemente vivimos engañados, pensando que lo malo siempre le sucede a los demás, hasta que un día, los demás, somos tú y yo.
Sería terrible que un hijo a punto de morir por
las drogas o por un estúpido accidente, dijera:
–Mamá, papá, ¿Por qué nunca me avisaron, ni se ocuparon de enseñarme a vivir correctamente? traten de que a mis hermanos no les pase lo mismo.
–Mamá, papá, ¿Por qué nunca me avisaron, ni se ocuparon de enseñarme a vivir correctamente? traten de que a mis hermanos no les pase lo mismo.
Y tú joven, sal del círculo que destruye tu vida
día a día. Si no puedes, pídele ayuda a Dios, sólo aferrándote a Él serás capaz
de, poco a poco, ir rompiendo ese círculo de destrucción y muerte.
Una historia cuenta que un niño de ocho años robó
un libro en la escuela. Al llegar a su casa y contárselo a su madre, ella no le
dio importancia. Con el tiempo el niño se convirtió en un ladrón profesional,
hasta que un día para robar, tuvo que matar a su víctima.
Esto le costó la cárcel y el castigo fue la pena
de muerte. El día de la ejecución como última voluntad pidió besar a su madre.
Cuando llegó el momento, ella se acercó y él le
mordió la cara y le dijo: –Si tan sólo me hubieras reprendido el día en que
robé aquél libro, ahora yo no estaría aquí.
Todos necesitamos límites, especialmente cuando
somos niños. Los límites no sirven para reprimir al niño, sino para darle
seguridad, enseñarle valores, respeto y sobre todo para demostrarles nuestro
amor.
«Dios nos ama tanto que desde el primer día nos
pone los límites necesarios para que no nos destruyamos. Porque no nos
engañemos, quien no nos pone límites, no nos ama»
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