I Catequesis
6. El carácter de la fe 17.04.85
1. Si la
originalidad de la fe consiste en el carácter de conocimiento esencialmente
sobrenatural, que proviene de la gracia de Dios y de los dones del Espíritu
Santo, igualmente se debe afirmar que la fe posee una originalidad
auténticamente humana. En efecto, encontramos en ella todas las características
de la convicción racional y razonable sobre la verdad contenida en la divina
Revelación. Esta convicción -o sea, certeza- corresponde perfectamente a la
dignidad de la persona como ser racional y libre.
Sobre este
problema es muy iluminadora, entre los documentos del Concilio Vaticano II, la
Declaración Dignitatis humanae. En ella, leemos, entre otras cosas: ´Es uno de
los capítulos principales de la doctrina católica, contenido en la Palabra de
Dios y predicado constantemente por los Padres, que el hombre, al creer, debe
responder voluntariamente a Dios, y que, por tanto, nadie debe ser forzado a
abrazar la fe contra su voluntad. Porque el acto de fe es voluntario por su
propia naturaleza, ya que el hombre, redimido por Cristo Salvador y llamado en
Jesucristo a la filiación adoptiva, no puede adherirse a Dios, que se revela a
Sí mismo, a menos que, atraído por el Padre, rinda a Dios el obsequio racional
y libre de la fe. Está, por consiguiente, en total acuerdo con la índole de la
fe el excluir cualquier género de coacción por parte de los hombres en materia
religiosa´ (Dignitatis humanae, 10).
´Dios llama
ciertamente a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por este
llamamiento quedan ellos obligados en conciencia, pero no coaccionados. Porque
Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana, que El mismo ha creado,
y que debe regirse por su propia determinación y usar la libertad. Esto se hizo
patente sobre todo en Cristo Jesús.´ (n.11).
2. Y aquí el
documento conciliar explica de que modo Cristo trató de ´excitar y robustecer
la fe de los oyentes´, excluyendo toda coacción. En efecto, El dio testimonio
definitivo de la verdad de su Evangelio mediante la cruz y la resurrección,
´pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían Cían´. ´Su
reino. se establece dando testimonio de la verdad y prestándole oído, y crece
por el amor con que Cristo, levantado en la cruz, atrae los hombres a Sí mismo´
(n.11). Cristo encomendó luego a los Apóstoles el mismo modo de convencer sobre
la verdad del Evangelio.
Precisamente,
gracias a esta libertad, la fe -lo que expresamos con la palabra ´creo´- posee
su autenticidad y originalidad humana, además de divina. En efecto, ella
expresa la convicción y la certeza sobre la verdad de la revelación, en virtud
de un acto de libre voluntad. Esta voluntariedad estructural de la fe no
significa en modo alguno que el creer sea ´facultativo´, y que por lo tanto,
sea justificable una actitud de indiferentismo fundamental; sólo significa que
el hombre está llamado a responder a la invitación y al donde Dios con la
adhesión libre y total de sí mismo.
3. El mismo
documento conciliar, dedicado al problema de la libertad religiosa, pone de
relieve muy claramente que la fe es una cuestión de Conciencia.
Por razón de su
dignidad, todos los hombres, por ser personas, es decir, dotados de razón y de
voluntad libre y, por tanto, enaltecidos con una responsabilidad personal, son
impulsados por su propia naturaleza a buscar la verdad, y además tienen la
obligación moral de buscarla, sobre todo, la que se refiere a la religión.
Están obligados, asimismo, a adherirse a la verdad conocida y a ordenar su vida
según las exigencias de la verdad´ (n.2). Si éste es el argumento esencial a
favor del derecho a la libertad religiosa, es también el motivo fundamental por
el cual esta misma libertad debe ser correctamente comprendida y observada en
la vida social.
4. En cuanto a las
decisiones personales, ´cada uno tiene la obligación, y en consecuencia también
el derecho, de buscar la verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando
los medios adecuados, llegue a formarse prudentemente juicios rectos y
verdaderos de conciencia. Ahora bien, la verdad debe buscarse de modo apropiado
a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social, mediante la libre
investigación, con la ayuda del magisterio o enseñanza, de la comunicación y
del diálogo, por medio de los cuales los hombres se exponen mutuamente la
verdad que han encontrado o juzgan haber encontrado para ayudarse unos a otros
en la búsqueda de la verdad; y una vez conocida ésta, hay que adherirse
firmemente a ella con asentimiento personal´(n.3).
En estas palabras
hallamos una característica muy acentuada de nuestro ´credo´ como acto
profundamente humano, que responde a la dignidad del hombre en cuanto persona.
Esta correspondencia se manifiesta en la relación con la verdad mediante la
libertad interior y la responsabilidad de conciencia del sujeto creyente.
Esta doctrina,
inspirada en la Declaración conciliar sobre la libertad religiosa Dignitatis
humanae, sirve también para hacer comprender lo importante que es una
catequesis sistemática, tanto porque hace posible el conocimiento de la verdad
sobre el proyecto de Dios, contenido en la divina Revelación, como porque ayuda
a adherirse cada vez más a la verdad ya conocida y aceptada mediante la fe.
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