I Catequesis
2. Conocimiento racional de Dios 20.03.85
1. Concentrémosnos
todavía un poco sobre el sujeto de la fe: sobre el hombre que dice
"creo" respondiendo de este modo a Dios que "en su bondad y
sabiduría" ha querido "revelarse al hombre". Antes de pronunciar
su ´creo´, el hombre posee ya algún concepto de Dios que obtiene con el
esfuerzo de la propia inteligencia. Al tratar de la revelación divina, la
Constitución Dei Verbum recuerda este hecho con las siguientes palabras: ´El
Santo Sínodo profesa que el hombre puede conocer ciertamente a Dios con la
razón natural por medio de las cosas creadas´ (Dei Verbum, 6).
El Vaticano II se
remite aquí a la doctrina expuesta con amplitud por el Concilio anterior, el
Vaticano I. Es la misma de toda la Tradición doctrinal de la Iglesia que hunde sus
raíces en la Sagrada Escritura, en el Antiguo y Nuevo Testamento.
2. Un texto
clásico sobre el tema de la posibilidad de conocer a Dios -en primer lugar su
existencia- a partir de las cosas creadas, lo encontramos en la Carta de San
Pablo a los Romanos: . lo cognoscible de Dios es manifiesto a ellos, pues Dios
se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su
eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las obras. De manera que son
inexcusables´ (Rom 1, 19-21). Aquí el Apóstol tiene presentes a los hombres que
´aprisionan la verdad con la injusticia´ (Rom 1,19). El pecado les impide dar
la gloria debida a Dios, a quien todo hombre puede conocer. Puede conocer su
existencia y también hasta un cierto grado su esencia, perfecciones y
atributos. En cierto sentido Dios invisible ´se hace visible en sus obras´.
En el Antiguo
Testamento, el libro de la Sabiduría proclama la misma doctrina del Apóstol
sobre la posibilidad de llegar al conocimiento de la existencia de Dios a
partir de las cosas creadas. La encontramos en un pasaje algo más extenso que
conviene leer entero:
"Vanos son
por naturaleza todos los hombres, en quienes hay desconocimiento de Dios, y que
a partir de los bienes visibles son incapaces de ver al que es, ni mediante la
consideración de sus obras conocieron al artífice. Sino que al fuego, al
viento, al aire ligero, o al círculo de los astros, o al agua impetuosa,o a las
lumbreras del cielo tomaron por dioses rectores del universo.
Pues si, seducidos
por su hermosura, los tuvieron por dioses, debieron conocer cuánto mejor es el
Señor de ello pues es el autor de la belleza
quien hizo todas estas cosas. Y si se admiraron del poder y de la fuerza,
debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su plasmador.
Pues en la grandeza
y hermosura de las criaturas, por analogía se puede Contemplar a su Hacedor
original.
Pero sobre éstos
no cae tan grande reproche, pues por ventura yerran buscando realmente a Dios y
queriendo hallarle. Y ocupados en la investigación de sus obras, a la vista de
ellas se persuaden de la hermosura de lo que ven, aunque no son excusables.
Porque si pueden alcanzar tanta ciencia y son capaces de investigar el
universo, cómo no conocen más fácilmente al Señor de él?´ (Sab 13, 1-9).
El Pensamiento
principal de este pasaje lo encontramos también en la Carta de San Pablo a los
Romanos (1, 18-21): Se puede conocer a Dios por sus criaturas; para el
entendimiento humano el mundo visible constituye la base de la afirmación de la
existencia del Creador invisible. El pasaje del libro de la Sabiduría es más
amplio. En él polemiza el autor inspirado con el paganismo de su tiempo que
atribuía a las criaturas una gloria divina. A la vez nos ofrece elementos de
reflexión y juicio que pueden ser válidos en toda poca, también en la nuestra.
Habla del enorme esfuerzo realizado para conocer el universo visible. Habla
asimismo de los hombres que ´buscan a Dios y quieren hallarle´. Se pregunta por
qué el saber humano que consigue ´investigar el universo´ no llega a conocer a su
Señor. El autor del libro de la Sabiduría, al igual que San Pablo más adelante,
ve en ello una cierta culpa. Pero convendrá volver de nuevo a este tema por
separado.
Por ahora
preguntémosnos también nosotros esto: ¿Cómo es posible que el inmenso progreso
en el conocimiento del universo (del macrocosmos y del microcosmos), de sus
leyes y avatares, de sus estructuras y energías, no lleve a todos a reconocer
al primer Principio sin el que el mundo no tiene explicación?. Hemos de
examinar las dificultades en que tropiezan no pocos hombres de hoy. Hagamos
notar con gozo que, sin embargo, son muchos también hoy los científicos
verdaderos que en su mismo saber científico encuentran un estímulo para la fe
o, al menos, para inclinar la frente ante el misterio.
3. Siguiendo la
Tradición que, como hemos dicho, tiene sus raíces en la Sagrada Escritura del
Antiguo y Nuevo Testamento, en el siglo XIX, durante el Concilio Vaticano I, la
Iglesia recordó y confirmó esta doctrina sobre la posibilidad de que está
dotado el entendimiento del hombre para conocer a Dios a partir de las
criaturas. En nuestro siglo, el Concilio Vaticano II ha recordado de nuevo esta
doctrina en el contexto de la Constitución sobre la revelación divina (Dei
Verbum ). Ello reviste suma importancia.
La Revelación
divina constituye de hecho la base de la fe: del ´creo´ del hombre. Al mismo
tiempo, los pasajes de la Sagrada Escritura en que está consignada esta
Revelación, nos enseñan que el hombre es capaz de conocer a Dios con su sola
razón, es capaz de una cierta ´ciencia´ sobre Dios, si bien de modo indirecto y
no inmediato. Por tanto, al lado del ´yo creo´ se encuentra un cierto ´yo sé
´Este “yo sé“ hace relación a la existencia de Dios e incluso a su esencia
hasta un cierto grado. Este conocimiento intelectual de Dios se trata de modo
sistemático en una ciencia llamada ´teología natural´, que tiene carácter
filosófico y surge en el terreno de la metafísica, o sea, de la filosofía del
ser. Se concentra sobre el conocimiento de Dios en cuanto Causa primera y
también en cuanto Fin último del universo.
4. Estos problemas
y toda la amplia discusión filosófica vinculada a ellos, no pueden tratarse a
fondo en el marco de una breve instrucción sobre las verdades de la fe. Ni
siquiera queremos ocuparnos con detenimiento de las ´vías´ que conducen a la
mente humana en la búsqueda de Dios (las cinco ´vías´ de Santo Tomás de
Aquino). Para nuestra catequesis de ahora es suficiente tener presente el hecho
de que las fuentes del cristianismo hablan de la posibilidad de conocer
racionalmente a Dios. Por ello y según la Iglesia todo nuestro pensar acerca de
Dios sobre la base de la fe tiene también carácter ´racional´ e ´intelectivo´.
E incluso el ateísmo queda en el círculo de una cierta referencia al concepto
de Dios. Pues si de hecho se niega la existencia de Dios, debe saber
ciertamente de Quien niega la existencia.
Claro está que el
conocimiento mediante la fe es diferente del conocimiento puramente racional.
Sin embargo, Dios no podía haberse revelado al hombre si éste no fuera capaz
por naturaleza de conocer algo verdadero a su respecto. Por consiguiente, junto
y más allá de un ´yo sé ´, propio de la inteligencia del hombre, se sitúa un
´yo creo´, propio del cristiano: en efecto, con la fe el creyente tiene acceso,
si bien sea en la oscuridad, al misterio de la vida íntima de Dios.
Comentarios