¡Ven y verás! Encuentro
y experiencia imborrable: P. Aldo Ranieri
Esa tarde, los dos
discípulos se quedaron con Juan el Bautista. Les había prometido algo demasiado
interesante: les indicaría a uno que bautizaba no con agua, sino con el
Espíritu Santo. ¡Imposible de perder! Su perseverancia fue recompensada al día
siguiente. El encuentro con Jesús quedó imborrable en su memoria y se acordarán
para siempre la hora: eran las cuatro de la tarde. Juan el Bautista se alegró
al ver que se iban, su misión estaba cumplida: Los había llevado a Jesús. El
evangelista nos deja al obscuro acerca del lugar en donde se quedaron. “Vengan
y lo verán”, fue la respuesta. Es que para conocer ese lugar, hay que conocer
primero el camino (Jn 14, 2-6). Es interesante que cuando es Jesús que pregunta
acerca del lugar dónde está su amigo Lázaro, le respondan “Ven y verás”, y lo
llevan a una tumba (11, 34). Destinos diferentes para el ser humano, si está o
no con Jesús. Cuando vio a Pedro, Jesús le cambió el nombre: de Simón a Cefas,
“que quiere decir Piedra”, añade el evangelista. Este cambio de nombre, que cae
aquí sin contexto, hace dudar sobre las intenciones de Juan. Jesús a Pedro le
dio siempre una posición de privilegio en el grupo de los doce, pero también
nadie fue tan reacio en seguirlo decididamente como Pedro (21, 15 ss.). La
primera lectura nos presenta un ejemplo distinto. Un muchacho estaba acostado
donde se encontraba el arca de Dios. En aquel tiempo, estamos en el 1100 a C.,
era rara la palabra del Señor, porque los que debían estar atento para oírla,
los sacerdotes y los caudillos del pueblo, estaban en sus cosas. Y así Dios
tuvo que llamar a un muchacho pequeño, que inmediatamente le oyó. Fue el
profeta Samuel, casi del mismo talante que Moisés.
El mensaje de la liturgia: ¿Qué buscan? Mucha gente no sabe qué hacer con su
vida. Otras han convertido su existencia en un “paseo de compras” o en una “maratón
de placer”.¡ Que desperdicio! ¿Puede calmar nuestra sed de felicidad una vida
así? ¿Qué buscan? Nos pregunta hoy Jesús. Pregunta decisiva que puede
transformar nuestra vida si la tomamos “en serio”. ¿Qué estamos buscando en la
vida? Pero ¿Es que estamos buscando algo? ¿O estamos satisfechos con una
existencia superficial, frívola, resignada? “Vengan y vean”, sigue invitando
Jesús. La invitación es este “escrito”, la celebración eucarística de cada
domingo; un sacerdote, un amigo un acontecimiento que despierta en nosotros la añoranza
de una vida mejor “invertida”, llena de sentido, acorde con esas ansias
profundas que anidan en el corazón. Jesús sigue preguntando, invitando,
ofreciendo el encuentro que transformará nuestras vidas. Te doy gracias, Señor,
porque desde el bautismo me llamas, me invitas, me buscas; porque te
pusiste en mi camino y me deslumbras con
tu vida y tu amor. Gracias porque quieres compartir conmigo tu misión y tu
gloria.
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