El misionero entrerriano que emocionó en Angola:
Nació en
Paraná y realiza trabajo social en Luanda desde hace un cuarto de siglo. El gobernador
intentó visitar su escuela en el viaje anterior, pero no pudo ser. Ahora
conoció a la Presidenta y el momento compartido fue uno de los más emocionantes
del viaje.
“Vení que
te presento a Cristina”, le dijo el gobernador Sergio Urribarri a un sorprendido
y emocionado Andrés Randisi, misionero entrerriano que vive desde hace más de
25 años en Angola una vida dedicada a la educación de los chicos pobres.
Urribarri
de algún modo quería compensarlo. Habían entrado en contacto por correo
electrónico en los días previos a la misión comercial a ese país que se realizó
en marzo y Randisi, nacido en Paraná, había preparado con la banda de música de
la escuela en la que trabaja, situada en un barrio de lata y cartón llamado
Mota, en Luanda, una sorpresa para el gobernador de su provincia: los chicos
iban a interpretar el Himno Nacional argentino, luego el angoleño y también,
siempre en portuñol, algunas estrofas de Aurora, mientras se izaban las
banderas de ambos países, entrelazadas.
“Son cosas que ayudan a la formación humana, mucho más que la relación comercial o diplomática. Es lo que pienso como educador”, le había dicho Randisi a Urribarri. El gobernador por supuesto que había coincidido y se entusiasmó con la visita, pero la ajustada agenda diseñada por Cancillería y la Secretaría de Comercio Interior le impidió apartarse de la comitiva y no pudo llegar a la escuelita.
CRISTINA.
Urribarri le había contado la historia a Cristina en algún momento del viaje,
pero se sorprendió tanto como Randisi cuando, muy natural, la jefa de Estado
saludó afectuosamente al sacerdote en medio de la Feria Internacional de Luanda
y le dijo contenta: “¿Vos sos el del coro de chicos?, ya voy para allá a cantar
el himno”. No fue simple para Cristina llegar hasta los chicos. Tuvo que
afirmar el paso y desafiar el amontonamiento en el inmenso predio en el que los
400 empresarios argentinos que fueron parte de la misión comercial a Angola
habían montado en horas previas 150 stands.
En medio
de carteras, zapatos, maquinarias, vacas, heladeras, cocinas, autos, planchas y
galletitas y de un intenso aroma a asado criollo proveniente de los
restaurantes en los que se promocionaba la carne argentina, la Presidenta se
abrió camino hacia el coro, mientras sonreía y pronunciaba palabras de aliento
a los empresarios que pujaban para que ella se acercara a sus stands.
Siguieron
a Cristina y a Urribarri la ministra de Industria, Débora Giorgi, el secretario
de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y demás funcionarios y secretarios
trajeados que, a esa hora, producto del pegajoso calor angoleño, envidiaban las
vestimentas claras y livianas de los lugareños.
Una vez
que tuvieron enfrente a la Presidenta y al gobernador de los que tanto les
había hablado Randisi, los chicos tomaron los instrumentos y comenzaron a
interpretar el himno nacional argentino. Cristina, como siempre, lo cantó con
la mano en el corazón. Otros prefirieron los dedos en V al momento del
estribillo. Se emocionaron todos con las ganas de ese coro ansioso de varones
con cabello muy corto, chicas con trenzas, todos con ropa blanca en contraste
con las pieles brillantes y oscuras.
SERGIO.
“No fue fácil llegar hasta la feria. Ni la Embajada, ni Cancillería, ni los
funcionarios argentinos que contactamos veían con buenos ojos la intromisión de
los chicos. El programa protocolar ya estaba armado, nos dijeron. Fue un
muchacho angoleño, maestro de nuestra escuela, el que nos consiguió un
lugarcito a través del director de la feria. Una vez allí, a lo demás ya lo
sabíamos hacer. Habíamos practicado mucho”, explicó Randisi después del
encuentro.
También le
mandó un mensaje al gobernador: “En mi cabeza rondaba la idea de encontrarte.
Les dije a mis compañeros que iba a tratar de saludarte y que estaba seguro de
que nos íbamos a entender enseguida. Te envío unas gracias muy grandes por tu
buena disposición para que la Presidenta cantara nuestro himno junto a los
chicos angoleños”, le dijo. También le transmitió buenos deseos para Patronato,
el club de sus amores, y lamentó que al momento del encuentro el mate hubiera
estado lavado. “Gracias Sergio. Gracias te dicen todos los misioneros y
voluntarios argentinos en Angola”, se despidió.
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