La
Inmaculada, modelo del hombre nuevo
Celebramos
el próximo 08 de diciembre con toda la Iglesia una gran fiesta de la
Santísima Virgen: su Inmaculada Concepción. Conocemos el misterio
profundo de este día: Ella, como único ser humano, es concebida sin
pecado original en el seno de su madre Ana. Entendemos que resulta un
privilegio extraordinario que le es concedido para ser la Madre de
Dios.
Hoy
en día, más que nunca, nuestro camino como cristianos cuesta mucho.
Infidelidad, duda, desorientación e inseguridad, aun en medio de la
Iglesia misma, dificultan nuestra vida cristiana.
Precisamos
más claridad y seguridad, buscamos una luz para poder orientarnos en
la oscuridad de nuestro tiempo. Esta luz para nosotros es María.
Ella es el modelo vital y la enseñanza intuitiva para la vida del
cristiano, para la vida de todos nosotros.
María,
nuestro modelo vital. Se la destaca como reverso de Eva, como nueva
Eva. Sabemos que Eva es compañera y ayudante de Adán en el pecado
original, en la ruina del género humano. También María no es mero
instrumento pasivo, sino compañera y ayudante de Cristo para la
salvación del mundo. La desobediencia y la incredulidad de Eva son
compensadas por la obediencia y la fe de María. Eva nos trajo la
muerte, María nos trajo la vida.
Así
la Virgen inmaculada, la nueva Eva se nos revela como ser del
paraíso. En este mundo del mal, Dios conserva la ideal original de
pureza y santidad del paraíso en la persona de María. Concebida sin
pecado, así entra la Sma Virgen en la vida e irradia una belleza
propia del paraíso.
La
creatura, en la que la redención de Cristo se condensa en toda su
plenitud, es la Sma Virgen. En Ella Dios puede documentar la
perfección de su obra. María es la persona humana que más
plenamente realiza el ideal del hombre nuevo cristiano.
Por
eso, el ángel Gabriel la saluda como “llena de gracia”. En
verdad, toda su persona está saturada de la gracia.
Ella
nos señala, con su ser y su actuar, que toda perfección y redención
viene de Dios, de Aquel que ha hecho en Ella maravillas.
Cuando
miramos así la imagen de la Inmaculada, se despiertan en nosotros
muchos sentimientos, deseos y esperanzas. Resultan anhelos del
paraíso perdido, es decir, de la armonía perfecta entre cuerpo y
alma, entre instinto y espíritu.
Todos
los cristianos fuimos convertidos en hombres nuevos, el día de
nuestro bautismo. En aquel momento, Dios nos infundió en el alma la
vida divina de Cristo. Pero muchos bautizados vuelven a ser hombres
viejos, porque - por el pecado – se cierran a esta vida.
Lo
que para la Inmaculada era un don, para nosotros es una lucha de toda
la vida.
Por
eso, siempre de nuevo, todos nosotros somos llamados, a convertirnos
en hombres nuevos, según la imagen de Cristo y de María. Todos
nosotros somos invitados a acoger al Señor en nosotros como María.
Todos nosotros podemos día a día, abrirnos a su voluntad Y cada vez
que nosotros - en la imitación de la Virgen -, decimos de nuevo el
“Hágase en mí según tu palabra”, el Verbo se hace más carne
en nosotros. Y así nace y crece en nosotros el hombre nuevo, que
tanto admiramos en María.
La
Sma Virgen es modelo del hombre nuevo, pero también, Madre y
Educadora de hombres nuevos. Su seno, en el que Cristo se formó es
el mejor molde para forjar hombres a imagen de Cristo
Los
padres de la Iglesia la llamaron no sólo creatura del paraíso, sino
también la puerta del paraíso. Puerta al paraíso porque nos atrae
y educa hacia ese ideal, y nos introduce en el paraíso.
Preguntas
para la reflexión
1.
¿María, es para mí un modelo?
2.
¿Tengo alguna oración preferida a María?
3.
¿Qué me dice el nombre Puerta del paraíso?
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