REFLEXIONE
POR FAVOR
El
P. Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, nos señala los
4 caminos que usa Dios para ayudarnos a caminar hacia su corazón.
1.
El camino normal. Consiste en que el hombre aprenda a abrirse al
Padre Dios a través de la experiencia gozosa de su padre natural.
Fue el camino de Santa Teresita. Ella aprendió a conocer a Dios
mirando a su papá. Cuando iba a misa, de niña, no miraba el altar
porque no entendía nada, pero miraba la cara de su papá. Y por lo
que iba pasando en la cara de su papá, iba captando la importancia
de lo que pasaba en el altar. Y después de la muerte de él, cada
vez que rezaba el “Padre nuestro”, se dirigía al mismo tiempo a
sus dos papás en el cielo, cuyos rostros nunca había visto
separados. Este es el camino normal o ideal, el que todos habríamos
seguido si no hubiera habido pecado original. Sin embargo, son pocos
los que hoy en día pueden seguirlo.
¿Pero
qué pasa si este camino normal ha fallado?
El
Padre Todopoderoso que es capaz de sacar bien del mal, puede
enderezar los caminos torcidos. Y según el Padre Kentenich, Dios
recurre principalmente a otros tres caminos, para compensar las
deficiencias del propio hogar y facilitarnos el acceso a Él.
2.
El camino del padre sustituto. Un camino compensatorio es la
experiencia de alguien que llega a convertirse, en el plano humano,
en un verdadero padre. Puede ser el abuelo, un tío, un profesor, un
sacerdote, alguien que hace las veces de padre para mí. Y esta
experiencia se va convirtiendo en el camino de acceso hacia la
paternidad de Dios.
Logran
descubrir en otra persona, el tipo de autoridad que buscan: un hombre
cercano, que sirve, que da confianza, que estimula; un verdadero
padre que conduce hacia Dios.
3.
El camino de contraste. Este camino compensatorio lo recorren
aquellas personas que no se bloquean con la ausencia de un padre
humano. Sino que Dios se las arregla para que ese vacío genere un
hambre inmensa de ese padre que no han tenido.
Y
cuando este tipo de personas descubre que Dios es ese papá que tanto
andaban buscando, se aferran a Él con una fuerza extraordinaria.
4.
El camino de la propia paternidad. Un tercer camino es la experiencia
de la propia paternidad, sea carnal o espiritual. Muchos hombres, a
pesar de vivir una triste infancia, han llegado a ser excelentes
padres. Han sido los propios hijos, con su entrega sencilla y filial,
los que despertaron y plasmaron en ellos un corazón de padre. Recién
allí descubrieron el maravilloso misterio de la relación
hijo-padre. Y como fruto de esa experiencia gozosa de su propia
paternidad, empezaron a comprender que Dios también era así.
Revisemos
cada uno cuál ha sido su propia historia, su experiencia personal de
paternidad.
Recorramos
nuestro propio camino hacia un descubrimiento vital del amor del
Padre Dios.
Un
gran desafío
Creo
que todos nos damos cuenta de la importancia única del ser padre de
familia. La felicidad de nuestros hijos y nuestra propia felicidad
dependen de ello. Y si pensamos en el camino ideal de Santa Teresita,
el desafío es inmensamente grande. No sólo debemos ser padres
amorosos de nuestros hijos, sino debemos hacer presente al Padre Dios
y a la Santísima
Virgen
ante ellos. Nuestros hijos deben reconocerlos en nosotros, amarlos en
nosotros y, a través de nosotros, llegar a ellos de un modo
espontáneo. Debemos poder decir como Cristo:
Quien
me ve a mí, ve al Padre Dios. Quien me ve a mí, ve a la Madre de
Dios.
Es
un desafío a aspirar a la santidad más alta.
“Sed
perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto”. Sed perfectos
como vuestra Madre del cielo es perfecta.
Preguntas
para la reflexión
1.
¿Cuál fue mi experiencia con mi padre?
2.
¿Qué imagen ven mis hijos en mí?
- ¿Cómo podría mejorar mi imagen paterna?
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