No olvides los días hermosos
No olvides los días
hermosos.
Cuando estés cansado,
cuando estés en desacuerdo con lo que te rodea,
cuando
estés desesperado y te sientas profundamente desgraciado, acuérdate tan solo un
momento, de los días hermosos.
Cuando te reías y
bailabas, cuando estabas alegre con todo, como un niño sin problemas.
No olvides los días
hermosos.
Cuando el horizonte por
lejano que lo veas aparece oscuro y sin luz,
cuando
tu corazón esté lleno de tristeza y quizás también lleno de amargura, cuando
aparentemente toda esperanza de nueva alegría ha desaparecido, te lo suplico,
busca cuidadosamente entre los recuerdos los días hermosos.
Los días en que todo
marchaba bien, sin nubes en el cielo, cuando cerca de ti había alguien que te
hacia sentir amparado, cuando podías todavía entusiasmarte.
No olvides los días
hermosos.
Si los olvidas no volverán
más. Vuelve a ser dueño de ti mismo.
Llena tu espíritu de
pensamientos alegres, tu corazón de dulzura y de amor, tu boca de una sonrisa,
y todo volverá a ir bien…
Autor desconocido
Niveles de afecto
El primero es el más
corriente y elemental, se le denomina “Amor si…”:
Te amo si eres bueno, si
te portas bien conmigo, si cumples mis exigencias, si haces lo que me agrada,
etc.
El segundo nivel, al que comúnmente se llega, es el llamado
“Amor porque…”:
Te amo porque tienes
buenos sentimientos, porque te esfuerzas, porque has obtenido notas aceptables,
porque eres honrado, etc.
Pero ninguna de esas dos
formas de amar es verdadera. Ambas están basadas en condiciones, y las
condiciones emanan un mensaje muy claro que es:
“Debes ganarte mi cariño con actitudes que me satisfagan, no olvides nunca
que te querré más mientras más te
parezcas a mi…” Eso no es amor, sino un intercambio egoísta en el que siempre queremos salir ganando.
El único y verdadero amor
es el del tercer nivel, que debe practicarse entre los miembros de una familia,
es decir: “Te amo a pesar de tus errores
y tus carencias”. No es que los
desatinos sean bienvenidos. No aceptamos el mal, más aún amamos a quien lo
cometió.
Autor: Carlos C. Sánchez
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