Enderezado, erecto, liberado, despierto, resucitado
En tiempos pasados se ha dado mucho énfasis al
desarrollo del cerebro como factor esencial de la evolución humana: teniendo
cada día más inteligencia y capacidad cerebral, el animal habría llegado
naturalmente al espíritu. El hombre, en fin de cuentas, sería solamente el más
dotado de los animales. Otra es la conclusión que se saca ahora de los datos
paleontológicos y arqueológicos. El factor que separó los antepasados del
hombre de sus hermanos animales fue la postura erecta, es decir, una manera de
pararse, de vivir y de caminar que transformaba las relaciones entre individuos
y les permitía levantar la mirada. Luego empezó el progreso cultural, fruto de
la vida comunitaria, y la transmisión a los jóvenes de las experiencias del
pasado. El crecimiento del cerebro acompañó la promoción del hombre sin ser la
causa verdadera.
El enderezamiento ha dado la pauta del proceso; ha
sido el primer gesto liberador, fuente lejana de actitudes libres y de
relaciones personales. Como tal se ubica perfectamente dentro de la gran
revelación bíblica que presenta la historia divina del hombre como hecha de
liberaciones y rupturas, mediante las cuales el hombre se salva , o sea
conquista plenamente su persona - aunque nunca sin una mirada ajena en la que
descubrió el amor.
La época mousteriana
La mayor parte de la evolución que permitió a la
raza humana liberarse de sus antepasados animales se produjo en ambas orillas
del Ghor, la gran depresión que se extiende desde Siria hasta los Grandes Lagos
africanos. Las excavaciones efectuadas en Palestina, y más precisamente en
Galilea, han llevado al descubrimiento de restos humanos que constituyen
eslabones muy importantes en la génesis de nuestra raza.
Establecimientos humanos han sido encontrados en
Galilea, revelando la presencia de los antepasados del hombre durante centenas
de miles de años. En las laderas del Carmelo que dominan la planicie costera,
una gruta entrega restos humanos de tipo neandertal poco acusado. Otra gruta
cerca de la primera guardaba esqueletos emparentados con el hombre moderno. En
las laderas que bajan de Nazaret a la planicie de Yizreel, la gruta de Qafzeh
contenía otros esqueletos igualmente emparentados con el hombre moderno. Otros
descubrimientos imponen esta conclusión: que los individuos de esos dos tipos (
neandertal y homo sapiens sapiens ) tuvieron un origen común.
La comparación con los esqueletos hallados en
Europa ha hecho avanzar considerablemente el problema de las relaciones entre
esas dos razas del homo sapiens. Parece que una parte de los primeros grupos
neandertalenses (o preneandertalenses) vivieron en el Cercano Oriente, hace
unos 100.000 años. Durante todo el período musteriense permanecieron con sus
mismas características, mientras que sus parientes que se extendieron desde
Italia a Europa fueron adquiriendo poco a poco esos rasgos más “bestiales”, que
le han valido a la palabra neandertal un sentido bastante negativo. Los
neandertalenses de Palestina y de las regiones vecinas, en cambio,
representaban con toda probabilidad una etapa hacia el hombre de Cro-Magnon, un
homo sapiens sapiens que se encontrará más tarde en Francia.
Ubeidiyeh
Importantes informaciones sobre la evolución del
Homo erectus han sido proporcionadas por los trabajos arqueológicos de
Oubeidiyeh en Palestina. Varias excavaciones realizadas a algunos kilómetros al
sur del lago Tiberíades, han revelado una presencia humana que duró
aproximadamente de 1.300.000
a 700.000 años.
Por consiguiente, hace unos 850.000 años, algunos
hombres comenzaron a tallar la piedra propia del lugar (basalto, caliza y
silex) para hacer utensilios. Vivían al borde de un lago de agua dulce en zonas
pantanosas cuyos contornos variaban según las fluctuaciones de la temperatura y
de la pluviosidad. Las laderas de las mesetas que lo dominaban estaban
cubiertas de bosques, más allá prevalecía la sabana. Su alimentación provenía
esencialmente de los venados, caballos, gacelas, e hipopótamos que cazaban en
dicha zona. Y ésto duró unos 600.000 años.
Este descubrimiento iba a añadirse al del famoso
“hombre de Galilea”, conocido por un fragmente de cráneo encontrado algunos
años antes en el norte del Lago Tiberíades, y que muy probablemente vivió hace
200.000 años.
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