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Historia de Israel:


El misterio del hombre


Durante muchos años el uso de herramientas fue considerado como algo propio del hombre. Pero ahora la observación de los primates ha mostrado que usan palos como verdaderas herramientas, y es casi seguro que los australopítecos tallaban piedras en una forma rudimentaria. Homo habilis tallaba piedras y además conservaba la piedra para golpear y dirigía el impacto mediante un percusor. Pero también debemos considerar que no progresó en sus técnicas durante dos millones de años. No veinte siglos, ni diez veces veinte siglos, ni cien veces, sino mil veces veinte siglos… ¿Puede el espíritu ser tan lento?
También muchos pensaron que era propio del hombre no temer el fuego y saber producirlo y conservarlo. En ese caso habría habido hombres verdaderos desde los comienzos de Homo erectus , el que usó el fuego, o sea, un millón y medio de años atrás. También muchos piensan que Homo erectus fue el primero en tener desarrollada la parte del cerebro que contiene el centro del lenguaje, y eso sería una prueba de que hablaba. Se ha notado que Homo erectus escogía sus piedras por sus calidades no solamente técnicas, sino también estéticas. Más todavía, el examen de los cráneos del sinantropo (o sea: hombre de China), que era un homo erectus , restos que datan de unos cuatrocientos mil años, hace sospechar a algunos que hayan sido sometidos a ritos religiosos.
Estos últimos hechos, si se confirmaran, serían una prueba de que ya en esos tiempos lejanos hubo hombres verdaderos. Pues las manifestaciones del sentimiento religioso, habitualmente en la sepultura de los muertos, son consideradas por todos como una prueba inequívoca de que se ha despertado el espíritu. En realidad, los testimonios más antiguos de este sentimiento que están seguros son las sepulturas del hombre de Neandertal, un Homo sapiens, en los años treinta mil a cuarenta mil antes de Cristo. Y luego se fueron multiplicando las manifestaciones del arte. Esta es, pues, la fecha más tardía en que se pueda ubicar la aparición del hombre verdadero.
Pero, tal vez la aparición del hombre verdadero, dotado de espíritu, no coincida con tal o cual etapa de la clasificación en homo habilis, homo erectus, homo sapiens. Estas denominaciones se fundamentan en las características de los esqueletos que se han encontrado y no son más que etapas aproximadas dentro de la evolución biológica. Mientras tanto el progreso real de nuestra raza era de orden cultural y psicológico.
El despertar del espíritu puede haber tenido lugar dentro de una de estas especies sin afectar a todos los individuos de esta especie. Posiblemente se produjo dentro de grupos prehumanos a raíz de crisis que conmovieron profundamente a varios individuos, y posteriormente la propagación de esta chispa pudo asemejarse a la de ciertas tomas de conciencia dentro de la historia. ¿Quién sabe, y cuál fue la intervención del Dios que hace milagros y resucita a los muertos? Si, como lo observa la Biblia, no sabemos por qué camino la persona humana se introduce en la mujer embarazada (Pr 30,19), menos todavía sabemos por qué caminos vino a alojarse en los primeros seres humanos.

Fin del Paleolítico y Neolítico


Se sabe que la prehistoria se divide en dos períodos de duración muy diferente, el Paleolítico o (o edad de la piedra antigua), la edad de la piedra tallada, y el Neolítico (o edad de la piedra nueva), la edad de la piedra pulida. El primer período comenzó hace dos millones de años, el segundo tuvo solamente ocho a diez mil años. El primero es el del primate, y luego del hombre depredador, que vivía de la caza y de la recolección de alimentos, el segundo es el del hombre sedentario que empezó a vivir de la agricultura y de la ganadería. Entre esos dos períodos aparece en Palestina la cultura Natufiana, que duró cerca de 2.000 años (de 10.500 a 8.500). Fue entonces cuando el hombre se estableció en un lugar y cuando aparecieron las primeras casas en el curso superior del Jordán.

Una religión matriarcal


A veces uno se sorprende al comprobar el carácter feminista de los primeros cultos rendidos a la divinidad por los hombres de la prehistoria. Quizás olvidamos que el hombre en espera de la Revelación no tiene otra alternativa en su búsqueda religiosa que la de proyectar en el mundo divino las realidades que presencia diariamente.
En el Cercano Oriente al igual que en Europa las figuras femeninas ocupan el primer lugar entre las representaciones humanas, y todas ponen de manifiesto los atributos de la maternidad. En una sociedad en que el porvenir de los grupos humanos, poco numerosos y a menudo alejados unos de otros, depende esencialmente de la fecundidad de la madre y, por extensión, de toda fertilidad, el hombre expresará su creencia religiosa por el culto a la diosa madre. La famosa estatua conocida como la “Venus de Brassempouy”, como asimismo las divinidades en marfil de Berseba del cuarto milenio, o las estatuas de las islas Cíclades estilizadas como un violín expresan, hasta la entrada del hombre en el período histórico, una misma visión del mundo de los dioses.
Pero cuando la expansión demográfica obliga a las poblaciones de la cuenca oriental del Mediterráneo a la civilización urbana, la organización social, la conquista de nuevos territorios o a la defensa del patrimonio adquirido, el rostro de la divinidad cambiará también: la sobrevivencia del grupo depende ahora en gran parte de la fuerza y la valentía del hombre; de golpe las divinidades masculinas ocupan los lugares de privilegio en el club de los dioses… mientras las ciudades se protegen de murallas cuyos defensores o asaltantes serán hombres. Aun cuando se encuentren todavía aquí y acullá, y hasta los días de Alejandro, algunas divinidades femeninas en el mundo de los dioses, como Cibeles, la Gran Madre llamada también la Artemisa de Efeso (He 19,28), o la Diosa Madre de los Frigios…, Egipto, Grecia y Roma impondrán en el mundo mediterráneo a Amón, Zeus y Júpiter como padres de los dioses y de los hombres.



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