El misterio del hombre
Durante muchos años el uso de herramientas fue
considerado como algo propio del hombre. Pero ahora la observación de los
primates ha mostrado que usan palos como verdaderas herramientas, y es casi
seguro que los australopítecos tallaban piedras en una forma rudimentaria. Homo
habilis tallaba piedras y además conservaba la piedra para golpear y dirigía el
impacto mediante un percusor. Pero también debemos considerar que no progresó
en sus técnicas durante dos millones de años. No veinte siglos, ni diez veces
veinte siglos, ni cien veces, sino mil veces veinte siglos… ¿Puede el espíritu
ser tan lento?
También muchos pensaron que era propio del hombre
no temer el fuego y saber producirlo y conservarlo. En ese caso habría habido
hombres verdaderos desde los comienzos de Homo erectus , el que usó el fuego, o
sea, un millón y medio de años atrás. También muchos piensan que Homo erectus
fue el primero en tener desarrollada la parte del cerebro que contiene el
centro del lenguaje, y eso sería una prueba de que hablaba. Se ha notado que
Homo erectus escogía sus piedras por sus calidades no solamente técnicas, sino
también estéticas. Más todavía, el examen de los cráneos del sinantropo (o sea:
hombre de China), que era un homo erectus , restos que datan de unos
cuatrocientos mil años, hace sospechar a algunos que hayan sido sometidos a
ritos religiosos.
Estos últimos hechos, si se confirmaran, serían
una prueba de que ya en esos tiempos lejanos hubo hombres verdaderos. Pues las manifestaciones
del sentimiento religioso, habitualmente en la sepultura de los muertos, son
consideradas por todos como una prueba inequívoca de que se ha despertado el
espíritu. En realidad, los testimonios más antiguos de este sentimiento que
están seguros son las sepulturas del hombre de Neandertal, un Homo sapiens, en
los años treinta mil a cuarenta mil antes de Cristo. Y luego se fueron
multiplicando las manifestaciones del arte. Esta es, pues, la fecha más tardía
en que se pueda ubicar la aparición del hombre verdadero.
Pero, tal vez la aparición del hombre verdadero,
dotado de espíritu, no coincida con tal o cual etapa de la clasificación en
homo habilis, homo erectus, homo sapiens. Estas denominaciones se fundamentan
en las características de los esqueletos que se han encontrado y no son más que
etapas aproximadas dentro de la evolución biológica. Mientras tanto el progreso
real de nuestra raza era de orden cultural y psicológico.
El despertar del espíritu puede haber tenido lugar
dentro de una de estas especies sin afectar a todos los individuos de esta
especie. Posiblemente se produjo dentro de grupos prehumanos a raíz de crisis
que conmovieron profundamente a varios individuos, y posteriormente la
propagación de esta chispa pudo asemejarse a la de ciertas tomas de conciencia
dentro de la historia. ¿Quién sabe, y cuál fue la intervención del Dios que
hace milagros y resucita a los muertos? Si, como lo observa la Biblia , no sabemos por qué
camino la persona humana se introduce en la mujer embarazada (Pr 30,19), menos
todavía sabemos por qué caminos vino a alojarse en los primeros seres humanos.
Fin del Paleolítico y Neolítico
Se sabe que la prehistoria se divide en dos
períodos de duración muy diferente, el Paleolítico o (o edad de la piedra
antigua), la edad de la piedra tallada, y el Neolítico (o edad de la piedra
nueva), la edad de la piedra pulida. El primer período comenzó hace dos
millones de años, el segundo tuvo solamente ocho a diez mil años. El primero es
el del primate, y luego del hombre depredador, que vivía de la caza y de la
recolección de alimentos, el segundo es el del hombre sedentario que empezó a
vivir de la agricultura y de la ganadería. Entre esos dos períodos aparece en
Palestina la cultura Natufiana, que duró cerca de 2.000 años (de 10.500 a 8.500). Fue
entonces cuando el hombre se estableció en un lugar y cuando aparecieron las
primeras casas en el curso superior del Jordán.
Una religión matriarcal
A veces uno se sorprende al comprobar el carácter
feminista de los primeros cultos rendidos a la divinidad por los hombres de la
prehistoria. Quizás olvidamos que el hombre en espera de la Revelación no tiene
otra alternativa en su búsqueda religiosa que la de proyectar en el mundo
divino las realidades que presencia diariamente.
En el Cercano Oriente al igual que en Europa las
figuras femeninas ocupan el primer lugar entre las representaciones humanas, y
todas ponen de manifiesto los atributos de la maternidad. En una sociedad en
que el porvenir de los grupos humanos, poco numerosos y a menudo alejados unos
de otros, depende esencialmente de la fecundidad de la madre y, por extensión,
de toda fertilidad, el hombre expresará su creencia religiosa por el culto a la
diosa madre. La famosa estatua conocida como la “Venus de Brassempouy”, como
asimismo las divinidades en marfil de Berseba del cuarto milenio, o las
estatuas de las islas Cíclades estilizadas como un violín expresan, hasta la
entrada del hombre en el período histórico, una misma visión del mundo de los
dioses.
Pero cuando la expansión demográfica obliga a las
poblaciones de la cuenca oriental del Mediterráneo a la civilización urbana, la
organización social, la conquista de nuevos territorios o a la defensa del
patrimonio adquirido, el rostro de la divinidad cambiará también: la
sobrevivencia del grupo depende ahora en gran parte de la fuerza y la valentía
del hombre; de golpe las divinidades masculinas ocupan los lugares de
privilegio en el club de los dioses… mientras las ciudades se protegen de
murallas cuyos defensores o asaltantes serán hombres. Aun cuando se encuentren
todavía aquí y acullá, y hasta los días de Alejandro, algunas divinidades
femeninas en el mundo de los dioses, como Cibeles, la Gran Madre llamada
también la Artemisa
de Efeso (He 19,28), o la
Diosa Madre de los Frigios…, Egipto, Grecia y Roma impondrán
en el mundo mediterráneo a Amón, Zeus y Júpiter como padres de los dioses y de
los hombres.
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