Cuando el hombre esperaba el espíritu
Homo habilis había aparecido hace unos cuatro millones
de años. Se quedó largo tiempo en Africa oriental y luego caminó hacia tierras
desconocidas. A los dos millones de años había alcanzado Indonesia y sus
familias se desplazaban por toda África, Asia y Europa, menos en las partes
septentrionales, cubiertas por inmensos témpanos.
Entonces empezó a modificarse su apariencia:
crecimiento en tamaño y peso, alargamiento de la cabeza y desarrollo del
cerebro. Hace un millón y seiscientos mil años atrás, toda la especie había
progresado, alcanzando una nueva forma, llamada Homo erectus (el hombre
enderezado) que quedó bastante estable, así se mantuvo durante más de un millón
de años.
Entre los años doscientos mil y cien mil antes de
nosotros empezó una nueva evolución, afectando principalmente la cabeza, con nuevo
aumento de la capacidad del cerebro, que llevó la especie a la forma Homo
sapiens. En África del Norte, Asia y Medio Oriente, este Homo sapiens era casi
idéntico a las razas actuales. En Europa en cambio, Homo sapiens adquirió
caracteres más rústicos y bestiales, aunque su capacidad cerebral fuera la
misma que la nuestra: éste fue el hombre de Neandertal , el que duró hasta los
años treinta mil antes de Cristo, siendo sustituido lentamente por un Homo
sapiens de la otra clase venido de Oriente, el llamado hombre de Cro-Magnon .
Con esto se termina la evolución biológica del
hombre, teniendo presente que su evolución seguiría en adelante en el plan
social y cultural. En el lapso que va de los primates arborícolas hasta el
hombre, o sea, durante los últimos treinta millones de años, lo que llama más
la atención es el crecimiento del cerebro. Pero la correlación entre las
diversas funciones del cuerpo es tal que este crecimiento exigía una
reordenación de todo el equilibrio y la estructura del individuo. Cuatro
factores fueron igualmente necesarios para la hominización de los primates:
Desarrollo del cerebro. No puede haber pensamiento
y decisiones libres si la mente no dispone de una computadora de primera clase,
con millones de millones de circuitos. Los especialistas consideran que no
puede haber lenguaje mientras el cerebro no alcanza los 600 cm3 de capacidad.
Pero no se trata solamente de un crecimiento cuantitativo. En el cerebro humano
se ha desarrollado en forma privilegiada el cortex, o sustancia gris, y se han
multiplicado las circunvoluciones. Las áreas laterales, responsables del
lenguaje, de los movimientos de la mano, de la faringe y de los músculos de la
cara, crecen y se organizan.
Reducción de la mandíbula. El hombre tiene manos
para defenderse y desgarrar las presas; la mandíbula ya no tiene tanto que
hacer para masticar y morder. La estructura de la cabeza ya no está calculada
primeramente para soportar los músculos poderosos de la masticación y, al
reducirse la mandíbula, el cerebro puede enrollarse y aumentar de volumen. La
reducción de dichos músculos permite que se desarrollen los numerosos músculos
superficiales de la cara que reflejan las emociones y permiten la comunicación.
Perfeccionamiento de la mano. Anteriormente, los
animales transformaban partes de su cuerpo para que se adaptaran mejor a tal o
cual función: patas para correr, o para cavar el suelo, o para agarrar las
presas ; dientes para masticar, para morder, para roer. Ahora la mano fabrica
instrumentos distintos del cuerpo, el cual no necesitará alienarse en forma
irreversible a tal o cual trabajo, sino que estará siempre disponible para
nuevas tareas. La mano, con sus herramientas, alivia los trabajos de la
mandíbula, permitiendo que se reduzca ésta y se desarrolle el cerebro.
La postura erecta. Al enderezarse totalmente el
hombre, los miembros anteriores dejan de ser motores y la mano puede formarse.
El desplazamiento del punto de articulación de la cabeza sobre la columna
vertebral favorece el enrollamiento del cerebro. La postura vertical cambia
totalmente la manera de relacionarse entre individuos y, en especial, las
relaciones sexuales: juegos de la cara, intercambio de las emociones y
caricias. La unión sexual cara a cara permitirá que surja el amor. El
desplazamiento de los senos del vientre al pecho, consecutivo a la postura
erecta, transforma la relación de la madre al niño durante el período de
lactancia, haciendo que el despertar de su espíritu se haga a partir de la
mirada y la sonrisa de la madre.
El desarrollo de la capacidad cerebral ha
permitido la emergencia del espíritu, pero hacía falta mucho más que un cerebro
de calidad superior para que se diera el salto de la inteligencia animal al
espíritu. El mismo crecimiento del cerebro respondía a una exigencia profunda
de su ser mientras progresaban sus actividades, su vida social y su lenguaje.
En ese sentido, el paso de Homo habilis a Homo erectus y de éste a Homo sapiens
, con un aumento considerable de la capacidad cerebral, se debe en primer lugar
a su promoción cultural mediante la vida en sociedad. El desarrollo psicológico
es el que arrastra el progreso biológico.
¿A partir de qué momento el hombre tuvo “alma”?
Respecto a eso de tener alma, o espíritu, debemos
precisar tres cosas: Según la fe cristiana – y la mayoría de los científicos y
filósofos consienten en este punto – el espíritu del hombre no es solamente una
forma superior de la inteligencia animal, sino que es diferente de cualquier
alma o principio de vida que estén en los animales. La Biblia lo dice a su manera
al expresar que el hombre fue hecho a imagen de Dios (Gén 1,26) y, por tanto,
participa de todo lo que hay en Dios. El hombre es capaz de reflexión y de amor
; el hombre es capaz de ver la belleza y de crear arte. Es capaz de descubrir
el orden del mundo y de reconstruirlo a su manera. Una inquietud en él, nunca
satisfecha, hace que constantemente vuelve en sí, mide sus alienaciones y trata
de superarse.
Damos por entendido que el espíritu no viene poco
a poco. Hay o no hay espíritu, y uno no puede estar a medio camino entre la
inteligencia animal y el espíritu reflexivo y libre. Solamente se dan etapas
intermedias en el desarrollo psicológico que, en el animal, pudo preparar la
llegada del espíritu. Y luego, también hay progreso en la capacidad del
espíritu para renovar las reacciones psicológicas, la manera de pensar, los
proyectos y los actos. Un hombre determinado, o toda una sociedad, puede
evolucionar lentamente por tener el espíritu dormido, Pero el espíritu está o
no está.
En el mundo animal o vegetal no cuenta el
individuo, sino la especie que vive y crece a través de los individuos. Ahora
bien, si unos de ellos llegan a “tener alma” (la palabra espíritu convendría
mucho más), se puede hablar de una nueva creación. Esta vez el individuo existe
y vale para sí mismo y para Dios: es persona. Y la persona empieza a existir
por don de Dios. Es falsa en todo sentido la expresión: el hombre desciende del
mono. En especial da a pensar que el hombre llega un poco por casualidad. En
cambio, para el cristiano, desde el principio de la creación, Dios la ha
ordenado para que de ella surgieran personas humanas, y dispuso que el universo
tendría finalmente por centro y cabeza a uno de esta raza: el Verbo de Dios
hecho hombre (Ef 1; Jn 1,1-14).
Las ciencias naturales no pueden fijar la frontera
entre el animal y el hombre, pues solamente los observan desde lo exterior.
Pero los científicos, usando como nosotros los criterios de la sabiduría común,
se fijan en esas adquisiciones del hombre: la fabricación y el uso de las
herramientas, la aparición del lenguaje y las manifestaciones del sentimiento
religioso y artístico.
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