¿Cómo sucedió?
Los primeros pasos del hombre, o ¿cómo sobrevivir?
Hace unos diecisiete millones de años, toda la
parte oriental de Africa, de Etiopía a Tanzania, estaba cubierta de selvas
ecuatoriales donde prosperaban gran cantidad de primates (los primates son el
grupo zoológico que abarca a los monos más cercanos a nosotros). Esos vivían en
los árboles y saltaban de rama en rama, con su larga cola que les hacía de
balancín. Eran de tamaño pequeño y se alimentaban de frutas y hojas.
Fue entonces cuando la deriva de los continentes y
el choque de la placa “Africa-Arabia” con la placa asiática anteriormente
separada, produjo un cataclismo geológico. Se hundió una larga falla norte-sur,
desde Palestina (con la depresión del Jordán y del mar Muerto) hasta los
grandes lagos africanos de Kenya. Tal vez fue ésta la razón por la cual se
inició un cambio climático. La humedad disminuyó paulatinamente y las selvas se
hicieron menos espesas, dejando lugar poco a poco a la sabana, interrumpida por
bosques cada vez más reducidos.
Una parte de los primates se replegaron hacia el
oeste, donde todavía subsisten las inmensas selvas. Su evolución los llevó a
producir especies más grandes y fuertes, como son el chimpancé y el gorila, que
se desplazan preferentemente sujetándose de las ramas con sus brazos largos y
atléticos.
En cuanto a los de la parte oriental, tuvieron que
adaptarse a una tierra donde por falta de árboles era más difícil defenderse de
los carnívoros y donde ya escaseaban las frutas. Para alimentarse de semillas,
de raíces y otras fibras vegetales duras, que desgastaban sus dientes, se
reforzaron las mandíbulas, el esmalte de los dientes se hizo muy espeso. Para
disuadir a los enemigos tuvieron que vivir en sociedades y crecieron en tamaño
y fuerza. Ya eran capaces de mantenerse casi en postura erecta. Se afianzaron
en esta manera de caminar, valiéndose de sus manos para agarrar la comida que
llevaban a su boca y también para defenderse usando bastones y tirando piedras.
Es probable que esos antepasados supieron labrar piedras en forma muy
rudimentaria para hacerlas cortantes.
Lo que acabamos de exponer no es más que una
visión global, un panorama del sector de Africa en que se han encontrado los
más numerosos testigos de las especies en que ya se notan las dos alternativas
de la vida: desarrollar las herramientas de que ya se dispone para sobrevivir,
o superar un desafío creando algo nuevo. Durante los últimos años el examen de
algunos esqueletos muy bien conservados tanto en Etiopía y Tanzania al este,
como en el Chad al oeste de la gran falla africana han confirmado que durante
un tiempo relativamente corto – unos pocos millones de años – las especies de
los primates han demostrado una creatividad continua, como si estuvieran en
busca de una superación.
Los primates
Se debe mencionar, en especial, un grupo de estos
primates conocidos como los Australopítecos (monos del sur), que tenían la
misma capacidad cerebral que los actuales gorilas, a pesar de ser mucho más
pequeños. Los más antiguos eran más pequeños (como 1,20 m ) y delgados, pero
posteriormente aparecieron australopítecos “robustos” que alcanzaban 1,50 m y pesaban unos 50 kg , con unos músculos
masticadores impresionantes.
Nuestros antepasados escogieron otra solución para
superar el desafío de su supervivencia: en vez de reforzar los dientes y la
musculatura, se enderezaron, desarrollaron el cerebro y aceptaron cambiar su
menú. Esta familia, que los científicos incluyen en el mismo género que los
hombres actuales al llamarlos Homo habilis , o sea el hombre artesano fue la
primera en tallar piedras. Y es clasificado homo por su semejanza con nosotros.
Pero precisemos que esta calificación de “hombre” sólo tiene valor biológico, o
sea que se refiere a su cuerpo, y deja entera la cuestión de saber si tenía
personalidad y espíritu como tenemos nosotros.
Mientras su primo australopíteco masticaba
concienzudamente sus raíces, él, menos atlético pero más pillo, aprovechaba de
toda ocasión para hurtar y poner trampas. Comía caracoles, ratones e insectos,
pero también atacaba en bandas la caza mayor: antílopes, bovinos, jabalíes y
hasta elefantes. Labraba piedras y construía refugios con postes y ramas de
árboles.
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