Un antiguo nuevo mandamiento.
P. Aderico Dolzani, ssp. 28/04/2013
Cuando decimos o repetimos que las palabras
de Jesús, “ámense los unos a los otros”, expresan un mandamiento nuevo, podemos
imaginar que él lo inventó en ese momento. No hay que olvidar que casi
exactamente las mismas palabras se encuentran en el Levítico (19,18): “Amarás a
tu prójimo como a ti mismo”. El mandamiento no era nuevo en tiempos de Jesús, y
mucho menos lo es hoy. Pero Jesús le dio un contenido novedoso. Está en
nosotros actualizar esa novedad. No es fruto de estudios bíblicos, teológicos o
catequísticos, que sólo pueden ayudarnos si en nuestro corazón está presente lo
esencial: la vivencia cotidiana del bautismo que nos hace hijos de Dios y
hermanos y hermanas, sin distinciones. El amor nace de la vida espiritual y no
de un esfuerzo moral de la voluntad. No es un mandamiento más de la ley para
distinguir a los que aceptan participar del Reino e imitar al Señor. Es la
esencia de nuestro ser cristiano. Quien tiene odios y resentimientos
simplemente está lejos de Dios. Es nuevo porque hace ver cómo el amor es lo que
más nos hace parecidos al Señor y, por lo tanto, lo que más revela a la
humanidad: la presencia de Cristo en el mundo. Es nuevo porque, siguiendo a
Jesús, que da la vida por los suyos, entendemos que también nosotros tenemos
que amar hasta dar la vida. Es nuevo porque nadie es capaz de cumplir semejante
mandamiento si Dios no habita en su corazón. Está más allá de lo que es posible
para la voluntad humana. Amar y amarse como Jesús nos amó fue nuevo cuando
Jesús lo dijo, es nuevo hoy y lo será eternamente. Porque el amor no termina
nunca, y menos aún si Dios ya lo puso en nuestro corazón.
El mensaje de la liturgia: ¿Se puede mandar
amar?
¿Se puede mandar amar? ¿Es posible que
alguien imponga a otros el amor como una obligación? ¿Se puede imaginar, por
ejemplo, que un gobierno dicte una ley que establezca que todos los ciudadanos
se amen, bajo pena de multa o prisión? ¿O se puede concebir que el amor al prójimo
figure en el orden del día de un cuartel? Sin embargo, Jesús dice claramente:
Les doy un nuevo mandamiento: Ámense los unos a los otros. Es una orden. No una
“recomendación” o una “expresión de deseos”. Jesús no dice “me gustaría que
ustedes se amen”. Da una orden: ¡Ámense! Y para que no queden dudas (¡Somos tan
“despistados” cuando se trata de obedecer…!), aclara que “eso” es un mandamiento nuevo. Jesús no “inventó”
el amor al prójimo. Ya estaba en el Antiguo Testamento (Lv. 19, 18). Jesús le dio
un contenido peculiar, novedoso, único: Lo hizo Ley del nuevo pueblo de Dios. Para
ser cristiano hay que esforzarse “cada día” por amar a los demás; a todos, en
especial a quienes sufren necesidades materiales, psíquicas o espirituales. Es
nuestra “credencial”, la prueba –para nosotros y para el mundo-, de que
pertenecemos al número de quienes siguen a Jesús: En esto todos reconocerán que
son mis discípulos en el amor que se tengan los unos a los otros.
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