Evangelio
del día Mc 6, 7-13. 07/02/13
Evangelizadores.
Reflexión: Jesús envía
a los doce de dos en dos. Los envía sin anda pero con poder sobre el mal y un
mensaje para las personas: Que nos alejemos del mal y del pecado y que volvamos
a Dios. Es urgente ese regreso a la casa del Padre: No podemos permitir que el
mal campee a sus anchas, que la sinrazón y el sinsentido gobiernen la historia.
Se impone –por ser urgente- la vuelta a Dios, ese Dios que seguimos buscando y
que cada día necesitamos más. Es urgente que
el ser humano se humanice y las sonrisas vuelvan a definir nuestros rostros;
es urgente cultivar la inocencia y la bondad, superando con creces al mal y al egoísmo. Es urgente. Por eso Jesús los envía,
libres de ataduras materiales, sin el peso del
dinero, sin las preocupaciones que generan las posesiones. Los envía con
poder sobre el mal que deshumaniza, que esclaviza, que limita y oscurece el
alma. Falta un dato más: Entre esos enviados estamos nosotros. ¿Aceptamos la invitación?
Jesús hoy también envía a sus apóstoles,
que somos nosotros los católicos. ¿Y cómo debemos predicar? Con la palabra pero
sobre todo con nuestro obrar. Invitar a la conversión que es urgente en estos
tiempos, ya que según varias apariciones de la Santísima Virgen estamos muy
cerca del Día del Señor, y debemos estar convertidos para poder enfrentar ese
Día estando preparados para recibir al Señor que viene. Convertirse significa
comenzar a cumplir los mandamientos de la Ley de Dios y seguir las enseñanzas
que Jesús nos dejó en su Evangelio, para vivir así en gracia de Dios y estar
preparados para la Venida del Señor, ya sea para su Segunda Venida al fin de
los tiempos, o para su Venida particular para cada uno de nosotros en el momento
de nuestra muerte.
Pidamos a la
Santísima Virgen la gracia de ser ardientes evangelizadores en estos tiempos
tan fuertes, marcados por la misericordia de Dios y que aprovechemos cada
momento y circunstancia para ser apóstoles del Señor.
No se puede salir
a misionar solo porque la misión es fruto y obra de la comunidad. Por eso vamos
con otros: nos apoyamos, nos ayudamos, nos corregimos y fortalecemos
mutuamente. La misión tiene que ser un signo de la Iglesia-comunidad.
Jesús, María, os amo, salvad las almas
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