Palabras que cambian la vida: P. Aderico
Dolzani, ssp. 10 /02/2013
Jesús comenzó su misión en soledad.
Enseguida, como fruto de su predicación, tuvo seguidores, algunos más allegados
y otros, menos. Hombres y mujeres que descubrían en él al Mesías, otros que lo
tenían por profeta, y otros que se proponían sacar partido de este nuevo líder,
que podría llegar incluso a liberar Palestina. De alguna manera, para todas
estas personas, las palabras de Jesús eran un llamado a cambiar el rumbo de su
vida, aunque no siempre de la manera esperada. El Señor fue formando a un grupo
más reducido, los apóstoles, para que se continuara su misión. Casi todos eran
pescadores; Mateo era un recaudador de impuestos; algunos eran parientes entre
sí, hermanos o primos. No llamó a ningún ocioso. Por lo que podemos conocer,
todos ya habían hecho sus opciones de vida, de familia y de oficio. Era gente
de trabajo, de experiencia, que sabía lo que era decidirse por algo. No buscó
personas perfectas, doctores o personajes socialmente acomodados. Durante su
vida, Jesús recibió muchas desilusiones de los suyos. También llegó el momento
en que los reprendió fuertemente, hasta llamar “Satanás” a Pedro. El resultado
final fue que estos hombres se transformaron en otros Cristos; como él, fueron
por todo el orbe predicando y haciendo el bien, y cambiaron la historia del
mundo. Esta gran tarea de los apóstoles no fue resultado de su esfuerzo,
tampoco solo de la acción del Espíritu. Fue el fruto de la palabra de Jesús,
que cayó en la tierra fértil de hombres que, al darle espacio a la fuerza su
palabra transformadora, cambiaron con plena libertad el sentido de sus vidas.
Jesús sigue llamando también hoy, a aquellos que generosamente le hacen un
amplio espacio en su vida. Y desde ese momento le dedican tiempo y energía.
Mensaje de la
liturgia: Una especial consagración.
Todos estamos “consagrados” desde el
bautismo. Todos estamos llamados a servir a los hermanos con los dones que dios
nos regalo. Pero el Señor necesita varones
y mujeres con una “especial consagración”, dedicados a él y a los hermanos a
tiempo completo, sin otras ataduras o distracciones. No busca a los “perfectos”,
sino a los “decididos”, a los “generosos”, a los que confían en él y, abandonándolo
todo son capaces de seguirlo. Señor, que vea, que oiga si también me estas
llamando a mí como a Isaías, a Pedro, a Pablo. Aquí estoy, Señor, ayúdame a ser
valiente. Que el temor no paralice la generosidad de mi repuesta.
Comentarios