La buena semilla y sus
frutos: Víctor M. Fernández (17/07/2011)
Si Jesús ha venido a traernos el Reino de Dios, si ha
sembrado la buena semilla, ¿Por qué en el mundo hay maldad, corrupción,
injusticia? ¿Significa que es muy débil la potencia del Reino, la fuerza de la
buena semilla? En la parábola del sembrador, en el mismo capítulo 13 (Mt: 13,
24-30), Jesús ha explicado que la semilla tiene poder, pero que su acción es
mayor o menor de acuerdo a las disposiciones del que la recibe. Eso significa
que normalmente el Señor respeta la libertad del hombre, que puede rechazar su
Palabra o encerrarse en sus proyectos. Pero en esta parábola del trigo y de la
mala hierba Jesús agrega algo más. “Hay hombres, tomados por las fuerzas del
mal, enfermos por la maldad, el egoísmo, el odio, que están sembrando mala
semilla en el mundo”. Quiere decir que, además de nuestra debilidad
nuestras inclinaciones y nuestras costumbres, hay personas interesadas en
sembrar el mal, y a veces se produce un contagio dañino. Así, el Señor nos
invita a ser realistas y astutos, a estar atentos para reconocer cuando en
medio de la buena semilla de Dios se hace presente la mala semilla de los que
no quieren el reinado de Cristo y de su palabra. Jesús pide a sus
discípulos que tengan paciencia con los que están tomados por la mala semilla,
porque el discernimiento no es fácil, y queriendo arrancar las cosas malas se
corre el riesgo de arrancar también lo bueno. No todo es blanco o negro, muchas
veces podemos encontrarnos con una mezcla
donde no podemos distinguir con claridad. Jesús prefiere la
tolerancia. Nos enseña que en lugar de empeñarnos en arrancar de golpe
todo lo malo, es mejor seguir sembrando el bien, porque la semilla de
Dios es poderosa. Aunque parezca pequeña, poco a poco puede convertirse en
algo grande, como la pequeña cantidad de levadura que termina fermentando toda
la masa. O la pequeña semilla de mostaza que termina convirtiéndose en un árbol
de gran envergadura.
El mensaje de la
liturgia: El mal y el bien crecen juntos.
Este mundo no es el “paraíso original” ni el “cielo
definitivo”… En este mundo el mal crece en medio del bien. ¡Misterio de la
libertad humana que puede “fabricar” el uno y el otro! El mal y el bien crecen
“dentro y fuera” de nosotros. Nuestro corazón experimenta los más nobles sentimientos, y también las más bajas
pasiones. Con todo, el Señor que es bueno e indulgente y rico en misericordia
nos ha colmado de una feliz esperanza, ya que después del pecado, da lugar al
arrepentimiento. Dios tiene paciencia. Confía y espera en nuestro buen sentido,
en nuestro compromiso de amor hacia él, en nuestro compromiso de amor hacia él,
en nuestro decidido esfuerzo por controlar “la cizaña” y hacer crecer “el
trigo” de nuestra fe, de nuestra piedad, de nuestras buenas obras. Respecto del
mal que nos rodea, no somos simples espectadores somos trabajadores de su
“viña”: Siempre tenemos la posibilidad de “hacer algo” para atemperar el
mal y hacer crecer el bien. ¡Hagámoslo!
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
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