Bautismo del Señor: Fiesta sin popularidad: Pbro
Aderico Dolzani, ssP. (13/01/2013)
En el tiempo de Adviento y en Navidad, hemos entrado en
contacto con los personajes claves del Nuevo Testamento: Jesús, Juan Bautista,
José y María. Pero nuestra atención se centró en el pesebre o en los Inocentes.
Allí anida nuestra fantasía desde niños o desde tantas historias que hemos
escuchado o leído. Hoy se nos presenta el bautismo del Señor, pero no tiene
mucha popularidad, ni siquiera la de una fiesta de Bautismo de un bebé de
hoy... Dos grandes se encuentran a orillas de un río mejor dicho de un arroyo.
La iniciativa es de Juan, que trata de responder a las expectativas del pueblo,
declarando que él no es el Mesías. Anunciaba y pedía un cambio, pero no algo
definitivo, sino preparatorio del gran cambio que tenía que llegar. Jesús
estaba entre el pueblo que iba a hacerse bautizar. No aceleró los tiempos ni se
adelantó a los que esperaban ser bautizados. Esto mismo sería como ver hoy a un
dignatario de la Iglesia que se pone en la fila, entre los últimos, para
confesarse en un día de mucha gente. O un político que no usa sus privilegios
para "perder" menos tiempo en trámites, cuando para todos el tiempo
tiene el mismo valor. ¡Cuánto nos enseña Jesús mezclándose entre la gente! Hoy
muchos quieren un pase privilegiado en todo... y cuando no lo tienen, buscan
amigos o pagan gestores. La imagen del humilde Hijo de Dios, que nace en un
corral de Belén, es la misma del que hace la fila para hacerse bautizar en el
Jordán. Es él... No lo busquen entre los privilegiados porque allí no lo van a
encontrar. Tampoco en los círculos o grupos que convocan sólo a los
"buenos". Con esta imagen, la celebración de hoy nos prepara para
comenzar el año litúrgico en compañía del Señor. Si queremos caminar con él,
ser bautizados con él, ya sabemos dónde tenemos que estar, tan- to en la vida
de la comunidad eclesial como en la comunidad de las relaciones humanas. Y no
perdamos la serenidad ni la paz cuando veamos cómo otros buscan puestos de
privilegios: son pobres hermanos nuestros que se disputan un lugar que no tiene
valor ante Dios.
Esta fiesta es también una "epifanía", una
"manifestación". Dios creador se manifestó en el comienzo en el
Espíritu, que soplaba sobre las aguas. De esta misma manera, en el bautismo de
su Hijo, el Espíritu Santo recrea sobre las aguas del Jordán a la humanidad
toda. Con esta fiesta damos por concluido el tiempo litúrgico de la Navidad y
comenzamos el "tiempo ordinario" o "tiempo durante el año",
en el cual no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo, sino
que se procura profundizar el conjunto de la historia de salvación.
El mensaje de la
liturgia: ¡Qué gran regalo!
El bautismo es el comienzo de todos los regalos que Dios
nos va haciendo en la vida (En rigor, el regalo comienza con la vida misma).
Con el “baño” purificador del bautismo se inicia el más maravilloso título que
adorna a TODO ser humano: ¡Somos hijos de Dios! Ese día el Padre Dios también
susurró junto a nuestro corazón: Tú eres mi hijo muy querido… Por eso, luego
Jesús nos enseña a llamar “Padre” al Dios Altísimo. Bastaría con estar
convencido de esta verdad fundamental de nuestra fe para que afrontemos las
“batallas” de la vida con confianza, serenidad y alegría: ¡Soy un hijo muy
querido de Dios!
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