La fe de María nos ayuda a creer Pbro Aldo Ranieri
(23/12/2012)
Isabel y María eran parientes, pero Isabel no la llama por su nombre, sin:
“…la madre de mi Señor”. “Mi Señor”, frase que aparece otras veces, indica al
Jesús resucitado. Ella, aquí es la primera creyente en María y, a través de
ella, siente que Jesús viene a su encuentro como “el Mesías”. María iba a
ayudar a Isabel, pero Lucas pone sobre los labios de esta una confesión de fe:
El Hijo de María es el Mesías y su Dios. Esta fe es don del Espíritu. San Pablo
dice: “Nadie puede decir: “Jesús es mi Señor”, sino en el Espíritu Santo”
(1Cor: 12, 3). Lucas nos presenta a Isabel como el creyente que movido por el
Espíritu Santo, reconoce a Cristo como Dios “su Señor”, y lo adora como Hijo de
María. Isabel interpreta el movimiento del niño en su seno como la revelación de
una nueva presencia de Dios, ahora no en los cielos, sino escondido en el seno
de María. Es la fe de la encarnación, pero también en la resurrección y
Ascensión al cielo. La ayuda de María a Isabel fue material, pero al mismo
tiempo fue espiritual: La ayudó a creer en su Hijo, sin verlo. Fue la Madre que
la introdujo en la fe. Es La función normal de María que viene al encuentro de
sus hijos que le tienen mucha devoción y la necesitan. María no lleva a sentir
la presencia de Jesús en nuestras vidas. Pero Isabel fue, al mismo tiempo, la
voz de Dios que le revelaba a María que su fe en las palabras del ángel había
realizado lo que le había sido anunciado: Ahora estaba embarazada, sin conocer
varón. A Marías le faltaban otras cosas por conocer, y se las revelaron
personas muy simples: Isabel, Simeón, los pastores y como humilde servidora,
aceptó que todos ellos fueran la voz de Dios que le revelaba su misión.
El mensaje de la liturgia: Señora de la espera.
Llegamos. Estamos a un “pasito” de la Navidad, La Virgen del Adviento nos “lleva
de la mano al encuentro con Jesús. ¿Qué caracteriza a la Virgen del Adviento?
¡La fe! Feliz de ti por haber creído, exclama inspirada Isabel. La Virgen del
Adviento es la Virgen de la fe y la confianza; de la entrega total a la
voluntad de Dios y al servicio a los hermanos. Muchos estamos metidos en el “barullo”
de estas fiestas. Corremos el riesgo de “dejar a un costado” lo más importante:
¡Jesús! Este Jesús que viene a rescatarnos, a darnos fuerzas, a compartir
nuestra alegría, trabajos y dolores, a invitarnos a seguir su ejemplo: Amar a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. A un “pasito” de la Navidad,
la Iglesia quiere que tomemos la mano de María para convencernos que no hay
nada imposible para Dios, para creer que la fuerza del amor de Dios supera
nuestras mezquindades y debilidades, para confiar que todo lo “malo” que hay en
nosotros puede ser superado por la misericordia de Dios.
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