¡El Señor está cerca, preparémonos! Pbro Aldo Ranieri (16/12/2012)
La idea que Juan el Bautista tenía del desierto no estaba muy equivocada; para él no era ciertamente el lugar del desposorio de Israel con su Dios, sino tierra de escorpiones y serpientes. No era, en efecto, Juan un místico ajeno al ajetreo del mundo, porque cuando se le acercaron la clase de gente que enumera el Evangelio de hoy, sabía muy bien con quienes tenía que ver. Pero eso sí, Juan tenía fe de que el ser humano podía ser mejor: Alguien, con el poder del Espíritu y del fuego purificador, estaba por venir. Hay diferencias entre los que se les acercan. Al primer grupo “la gente”, las personas del quehacer cotidiano de la casa, el trabajo, la familia y los hijos, los anima a que sean solidarias con las necesidades básicas de sus vecinos: El vestido y los alimentos. Con los otros dos grupos. “publicanos y soldados”, la cosa cambia. Los publicanos eran ladrones de guantes blancos. Adelantaban, de su propio capital, la suma de los impuestos anuales que los súbditos debían al Emperador de Roma, y después, al amparo de los soldados del procurador romano, recuperaban lo que habían adelantado sobre los campesinos y artesanos, pero con creces. Zaqueo, cuando se convirtió, dijo que iba a devolver cuatro vedes tanto (Lc: 19, 8). Los soldados eran mercenarios del Emperador, provenían de diferentes regiones extranjeras y eran gente desarraigada, sin hogar ni familia. Aprovechando el amparo del Imperio, la violencia era su costumbre y el dinero su meta. Dentro de su miseria humana, Juan los comprende, no los rechaza, pero los invita a convertirse. Esa misma invitación llega hoy a las puertas de nuestro corazón. Practicar la justicia y la verdad porque el Señor está cerca.
El mensaje de la liturgia: Alégrense siempre en el señor
¿Es posible alegrarse “siempre”? Más bien pasamos la vida preocupados, amargados, tristes… porque las ”cosas” no nos salen como las imaginamos. Hoy es el domingo de la alegría: Grita de alegría… Alégrate y regocíjate de todo corazón… No temas… que no desfallezcan tus manos… ¡Que mensaje! Para “remarcarlo”, San Pablo agrega: Alégrense siempre en el Señor. La Palabra de Dios no es “dulzona e ingenua”. El fundamento de la alegría cristiana no están en las cosas de este mundo, sino en la fe, en el Señor que está cerca. El adviento nos alienta a tener esta experiencia dela cercanía de Dios. ¿Cómo? Leyendo y reflexionando su Palabra; rezado; mejorando nuestra vida; confesando nuestros pecados; preocupándonos más por ayudar a quienes lo necesitan. Entonces, nos dice San Pablo, la Paz de Dios que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.
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