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Cartas de Jesús

¿Tanto tiempo contigo, y todavía no me conoces?







 
Una vez me dijo mi Apóstol Felipe: "Señor, ¡muéstranos al Padre y nos basta!". Y Yo le contesté: "Felipe, tanto tiempo con vosotros y ¿todavía no me conocéis?" Me dio mucha pena que después de tantos días juntos, tantas horas hablando de mis cosas y de las suyas, tantos milagros realizados delante de ellos, tanto amor derrochado… y todavía no terminan de conocerme. No habían entendido que el Padre y Yo somos una sola cosa. Pero, no era cosa sólo del pobre Felipe. A todos les pasaba igual. No terminaban de conocerme. Los hombres tenéis a veces la cabeza un poco cerrada y el corazón duro, y os cuesta entender.

Hoy pasa exactamente lo mismo. Llevo entre vosotros dos mil años. Mi Palabra se ha predicado en los cuatro puntos cardinales de la tierra. Millones de horas han pasado predicadores, escritores, catequistas, intelectuales, y gente sencilla hablando de Mí. Hay medios en abundancia en donde se ofrecen noticias y datos sobre Mí. Me he manifestado muchas veces por distintos medios y personas… ¡Y el mundo, gran parte del mundo, sigue sin conocerme! ¿Qué les pasa a esos niños y a esos jóvenes que pasan tantas horas en catequesis parroquiales, y en clases de Religión en los colegios, y no me conocen? ¿Cómo es posible tanta ignorancia entre personas mayores, educadores, escritores, intelectuales, expertos en historia, y en religión, y ¡¡no me conocen!!

Aunque soy Dios y conozco los entresijos del ser humano y de la vida de todos, te puedo decir que me quedo anonadado, triste, al comprobar lo poco que saben de mí, cuando tienen al alcance de su mano libros preciosos que hablan de mi persona, y la misma Biblia colocada en las estanterías de sus casas.

Sí, soy el Camino, y la Verdad y la Vida. Pero no se han enterado. Están todos muy distraídos contemplando caminos, y teorías y vidas populares, y no se enteran de que lo que estoy diciendo es vital para el hombre. Ya sé que hay buenísima excepciones, que sois todos mis amigos verdaderos, pero fuera de vosotros, ¿Quién escoge hoy mi Camino? ¿Quién busca mi Verdad? ¿Quién aprecia mi Vida? Creo que se ha ofrecido mucha teoría sobre mí, incluso mucha Teología, pero poca Vida. Son pocos los que conviven conmigo, los que me dicen:- Maestro, ¿Dónde vives? Tengo sed de almas que busquen mi presencia, mi convivencia, mi intimidad, el encuentro de tú a tú… Se escapan por las rendijas de la frivolidad, de la superficialidad y de la simpleza más grotesca. Cuando observo a los que van a Misa porque hay que ir, que se quedan en el último rincón hablando, que no van cuando surge otro plan, a los que no saben ni siquiera dirigirme un saludo digno, y se contentan con un garabato. Cuando veo la falta de delicadeza, de seriedad a lo Sagrado, me duele. Me duelen las burlas a los sacerdotes, y a las almas consagradas, y a los que practican la religión… Diles a esas pobres personas de mi parte que a Dios le hace muy poca gracia sus actitudes infantiles, inmaduras, burlonas, poco serias…

¡No me conocen, amigo mío! Yo perdono siempre, comprendo, tengo misericordia, pero también sé llorar cuando veo a tantos amigos muertos que no quieren abandonar los sepulcros que ellos mismos han elegido para enterrarse en vida. Yo quiero que el hombre sea feliz, pero parece que el hombre no quiere serlo. Le ofrezco mi mano, mi ayuda, mi gracia, y la rechaza. Y todo por respetar la libertad, que es sagrada. ¡Cuantas almas se pierden por ignorar culpablemente que la Libertad está en la Verdad!

Vosotros, los que me conocéis, decidles a todos ellos que los espero, que estoy con los brazos abiertos deseando darles un abrazo de perdón y amistad. Que estas cosas santas no son un juego, y que la vida va pasando cada día sin volver atrás. Y no se comete el craso error de perder el tiempo.

Dile, ¡por favor!, que os quiero a todos, y que es necesario que me conozcan, porque sólo entonces podremos ser amigos. ¡Si conocieran el don de Dios!, como le dije a la mujer samaritana… ¡Cuánto vendrían a por agua a la fuentes verdadera! Cuento con vosotros para que otros vengan a mi encuentro, y podamos ampliar ese inmenso corro de tantos que un día me dijeron que sí, cuando los invité a formar parte de este grupo de locos que se han tomado en serio las cosas de Dios, y están dando su vida por amor. Aquí estoy para que me conozcáis, y podamos ser amigos.

Jesús

Por la trascripción: Juan García Inza; juangainza@hotmail.com

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