Mabel Testini
De: Jorge Alvarez
Enviado: viernes,
11 de mayo de 2012 16:28
Asunto: LA
CATEQUESIS DEBE VENCER AL ANALFABETISMO RELIGIOSO
La
catequesis debe vencer al analfabetismo religioso:
Homilía
del cardenal Mauro Piacenza en el Congreso Internacional europeo
sobre la Catequesis
ROMA,
Viernes, 11 de mayo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores
la homilía del prefecto de la Congregación para el Clero, cardenal
Mauro Piacenza, durante la celebración eucarística celebrada el
pasado martes 8 de mayo, en el marco del Congreso Internacional sobre
la catequesis, organizado en Roma por el Consejo de las Conferencias
Episcopales de Europa (CCEE), que tuvo como título «Iniciación
cristiana y nueva Evangelización».
**********
[Hch.
14,19-28; Sal. 144; Jn. 14,27-31]
Venerados
Hermanos y Queridísimos amigos.
Estoy
muy contento de poder celebrar con vosotros esta Eucaristía durante
vuestro Congreso. Es de destacar el notable y providencial
significado, que la primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles,
recién escuchada, recoja las palabras con las cuales el Santo Padre
Benedicto XVI ha querido encabezar la Carta de convocatoria del Año
de la Fe , con ocasión del quincuagésimo aniversario del comienzo
del Concilio Ecuménico Vaticano II y el vigésimo de la promulgación
del Catecismo de la Iglesia Católica , instrumento indispensable
para la correcta hermenéutica de los textos conciliares. ¡No
podemos olvidar, en efecto, que se trata del Catecismo de este
Concilio!
Leemos
que los Apóstoles “reunieron a la Iglesia y contaron todo lo que
Dios había hecho por medio de ellos: cómo había abierto a los
paganos la puerta de la fe”.
Abrir
la puerta de la fe a los hombres de cada tiempo y lugar es, ante
todo, la tarea de Dios mismo. Si perdemos de vista este “primado”
de la Obra de Dios, cualquier esfuerzo nuestro estará destinado a no
dar los frutos esperados. Es Dios quien abre la puerta de la fe a
nuestros hermanos los hombres y lo hace, ante todo, por medio de su
Hijo Unigénito. Él es la “puerta de las ovejas”, camino
universal y único de salvación para todos los hombres.
Es
hermosa la imagen de este Dios que “abre”, y qué lejos está de
tantos prejuicios contemporáneos sobre el Señor, sobre su Palabra
de salvación y sobre su Iglesia, lugar en el que tal salvación se
hace actual y operante por la libertad de los individuos, en la
comunión del único Cuerpo.
La
imagen de la “puerta” es particularmente eficaz porque se refiere
a “entrar” en una nueva dimensión, en una realidad que el hombre
no puede darse a sí mismo, sino que es completamente don de Dios.
Esta realidad del don que es Dios mismo, requiere poner en movimiento
nuestra libertad; requiere que el umbral de la puerta, abierta por
Dios, sea cruzado por cada uno de nosotros. En este sentido, la
salvación ofrecida universalmente, no puede de ninguna manera ser
eficaz sin el concurso de la libertad creada que, sostenida por la
gracia, "da el paso” y cruza la “puerta de la fe”.
La
grandísima tarea de la catequesis de la iniciación cristiana, vista
sobre todo en el horizonte de la nueva evangelización, es, pues, por
lo menos doble. Por una parte, la catequesis debe colaborar con el
Señor para “abrir la puerta de la fe”, mostrando, de manera
profundamente racional y humana, y hasta afectivamente, la gran
posibilidad de vida, de sentido y de plenitud que Dios ofrece a los
hombres. Si no volvemos a sacar a la luz toda la razonabilidad, el
atractivo e incluso la “conveniencia humana” del cristianismo, si
no sacamos a la luz todo lo que emana de la voluntad de la fe, muy
difícilmente podrá resultar fascinante la perspectiva cristiana.
Por
otra parte, la catequesis está llamada a sostener la inteligencia de
la fe, por medio del conocimiento de la Revelación , tanto en sus
aspectos relacionales, como en aquellos más propiamente doctrinales
que son su traducción histórica. Una vez que sea cruzada “la
puerta de la fe” –lo sabemos bien- el camino no habrá concluido.
Solamente una intensa tarea de formación podrá permitir al juicio
de conciencia no volver atrás y al comportamiento moral no abandonar
la luz encontrada.
A
casi cincuenta años del comienzo del Concilio Ecuménico Vaticano
II, debemos reconocer que la misma vida moral, ya sea intra o extra
eclesial, ha sido tremendamente debilitada por una insuficiente
catequesis, por una formación incapaz, quizá, de dar las razones de
las exigencias del Evangelio y de mostrar, en la concreta experiencia
existencial, que ellas son extraordinariamente humanizadoras. ¡Y no
ha sido por culpa del Concilio!
Por
estos motivos, la catequesis es siempre una narratio. Afirma el texto
citado, que los Apóstoles “reunieron a la Iglesia y contaron todo
lo que Dios había hecho por medio de ellos”. En este “contaron
todo lo que Dios había hecho”, está contenida, en definitiva,
toda la labor de una catequesis que no sólo es transmisión de
verdades doctrinales, sino una posibilidad de participación en el
mismo Evento de la fe, en el mismo Evento-Cristo.
La
dimensión doctrinal, no obstante, bien lejos de ser secundaria,
representa el modo concreto de la narratio, la cual de otro modo
correría el riesgo de hacerse arbitraria y subjetiva y, por tanto,
no creíble. Como ha recordado el Santo Padre en la homilía de la
Santa Misa Crismal, nos encontramos ante "un analfabetismo
religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan
inteligente.
Los
elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño,
son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra
fe, Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y
llegar por tanto a escucharlo del modo justo, debemos saber qué es
lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de
ser interpelados por su palabra”.
La
catequesis, sobre todo la de la iniciación cristiana, tiene esta
gran tarea: vencer el analfabetismo religioso, enseñando “qué nos
ha dicho Dios”… ¡y sin dejarnos paralizar por las interminables
cuestiones metodológicas!
Los
problemas metodológicos, queridos amigos, son superados por los
santos: con su sencillez y con su vida, son la más eficaz catequesis
viviente que Dios mismo ofrece a su pueblo. Un nombre en
representación de todos: el Beato J.H.Newman y su "cor ad cor
loquitur", con todo el empeño intelectual, teológico, moral y
espiritual que eso significa.
Si
tenemos esta conciencia, si la puerta de la fe es cruzada sobre todo
por nosotros, si ponemos en el primer lugar la formación de los
sacerdotes y de los catequistas, si vigilamos atenta y eficazmente
los distintos Centros de formación, si no tenemos miedo de utilizar
también los nuevos areópagos, como internet, para anunciar la Fe ,
sin olvidar nunca que el encuentro con Cristo reclama siempre una
mediación personal, entonces esta obra fundamental podrá florecer
y, con la ayuda de Dios, podrá dar fruto.
No
podemos olvidar jamás que “debemos entrar en el Reino de Dios a
través de muchas tribulaciones” y, en consecuencia, que el
cansancio es constitutivo del camino de salvación, y que Jesús nos
ha dicho: “Os dejo la paz, os doy mi paz”. No como la da el
mundo, os la doy a vosotros”, indicando así una radical e
insuperable alternativa que no puede ser suprimida por ningún
ingenuo optimismo.
En
este mes dedicado a Ella, confiemos a la Santísima Virgen , Estrella
de la Evangelización , los trabajos de vuestro Congreso y, sobre
todo, la obra incesante de la Iglesia que, como Dios, abre a los
hombres “la puerta de la fe”. Amén.
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