PRIMERA
PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE
PRIMERA
SECCIÓN: «CREO»-«CREEMOS»
CAPÍTULO
SEGUNDO: DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
ARTÍCULO
2: LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA
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Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad" ( 1 Tim 2,4), es decir, al
conocimiento de Cristo Jesús (cf. Jn 14,6). Es preciso, pues, que
Cristo sea anunciado a todos los pueblos y a todos los hombres y que
así la Revelación llegue hasta los confines del mundo:
«Dios
quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos
se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las
generaciones» (DV 7).
I La
Tradición apostólica
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"Cristo nuestro Señor, en quien alcanza su plenitud toda la
Revelación de Dios, mandó a los Apóstoles predicar a todos los
hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda
norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el
Evangelio prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y
promulgó con su voz" (DV 7).
La
predicación apostólica...
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La transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor, se hizo
de dos maneras:
—
oralmente: "los Apóstoles, con su predicación, sus
ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían
aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu
Santo les enseñó";
— por
escrito: "los mismos Apóstoles y los varones apostólicos
pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el
Espíritu Santo" (DV 7).
… continuada
en la sucesión apostólica
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«Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la
Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos,
"dejándoles su cargo en el magisterio"» (DV 7). En
efecto, «la predicación apostólica, expresada de un modo especial
en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua
hasta el fin de los tiempos» (DV 8).
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Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es
llamada la Tradición en cuanto distinta de la sagrada Escritura,
aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia con su
enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las
edades lo que es y lo que cree" (DV 8). "Las palabras de
los santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición,
cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia
que cree y ora" (DV 8).
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Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su
Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia:
"Dios, que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre
con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la
voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo
entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que
habite en ellos intensamente la palabra de Cristo" (DV 8).
II La
relación entre la Tradición y la Sagrada Escritura
Una
fuente común...
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La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas
y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden
en cierto modo y tienden a un mismo fin" (DV 9). Una y otra
hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha
prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin del
mundo" (Mt 28,20).
… dos
modos distintos de transmisión
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"La sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita
por inspiración del Espíritu Santo".
"La
Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el
Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los
sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad,
la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación".
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De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la
transmisión y la interpretación de la Revelación "no saca
exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así
las dos se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de
devoción" (DV 9).
Tradición
apostólica y tradiciones eclesiales
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La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles
y transmite lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo
de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la
primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento
escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la
Tradición viva.
Es
preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas,
disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso
del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas
particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones
adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la
luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas,
modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la
Iglesia.
III La
interpretación del depósito de la fe:
El
depósito de la fe confiado a la totalidad de la Iglesia
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"El depósito" (cf. 1 Tm 6,20; 2 Tm 1,12-14) de la fe
(depositum fidei), contenido en la sagrada Tradición y en la sagrada
Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia.
"Fiel a dicho depósito, todo el pueblo santo, unido a sus
pastores, persevera constantemente en la doctrina de los Apóstoles y
en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones, de modo
que se cree una particular concordia entre pastores y fieles en
conservar, practicar y profesar la fe recibida" (DV 10).
El
Magisterio de la Iglesia
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"El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios,
oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la
Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10),
es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el
obispo de Roma.
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"El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a
su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato
divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha
devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este
único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por
Dios para ser creído" (DV 10).
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Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El
que a vosotros escucha a mí me escucha" (Lc 10,16; cf. LG 20),
reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores
les dan de diferentes formas.
Los
dogmas de la fe
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El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene
de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una
forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de
fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando
propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo
necesario.
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Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los
dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y
lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra
inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz
de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).
90
Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser
hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (cf.
Concilio Vaticano I: DS 3016: "mysteriorum nexus "; LG 25).
«Conviene recordar que existe un orden o "jerarquía" de
las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su
conexión con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11).
El
sentido sobrenatural de la fe
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Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión
de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo
que los instruye (cf. 1 Jn 2, 20-27) y los conduce a la verdad
completa (cf. Jn 16, 13).
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«La totalidad de los fieles [...] no puede equivocarse en la fe. Se
manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando desde los obispos
hasta el último de los laicos cristianos" muestran su
consentimiento en cuestiones de fe y de moral» (LG 12).
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«El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este sentido de la fe.
Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del Magisterio [...],
se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una
vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada
día más plenamente en la vida» (LG 12).
El
crecimiento en la inteligencia de la fe
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Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia tanto de
las realidades como de las palabras del depósito de la fe puede
crecer en la vida de la Iglesia:
—
«Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en
su corazón» (DV 8); es en particular la «investigación teológica
[...] la que debe profundizar en el conocimiento de la verdad
revelada» (GS 62,7; cfr. Ibíd., 44,2; DV 23; Ibíd., 24; UR 4).
—
Cuando los fieles «comprenden internamente los misterios que
viven» (DV 8); Divina eloquia cum legente crescunt («la comprensión
de las palabras divinas crece con su reiterada lectura», San
Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, 1,7,8: PL 76, 843).
—
«Cuando las proclaman los obispos, que con la sucesión
apostólica reciben un carisma de la verdad» (DV 8).
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«La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de la
Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de
modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno
según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (DV 10,3).
Resumen
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Lo que Cristo confió a los Apóstoles, éstos lo transmitieron por
su predicación y por escrito, bajo la inspiración del Espíritu
Santo, a todas las generaciones hasta el retorno glorioso de Cristo.
97
«La santa Tradición y la sagrada Escritura constituyen un único
depósito sagrado de la palabra de Dios» (DV 10), en el cual, como
en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de
todas sus riquezas.
98
«La Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y
transmite a todas las edades lo que ella es, todo lo que cree"
(DV 8).
99
En virtud de su sentido sobrenatural de la fe, todo el Pueblo de Dios
no cesa de acoger el don de la Revelación divina, de penetrarla más
profundamente y de vivirla de modo más pleno.
100
El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido
confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los
obispos en comunión con él.
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