Morir en la cruz
De la ciudad de Jerusalén, salían dos caminos, uno de ellos, bajaba a la ciudad de Jericó, una ciudad comercial, era un camino peligroso porque en él se escondían ladrones y delincuentes que aprovechaban las sombras de la noche para robar, asesinar y violar. Pensaban que nunca iban a pagar por el mal que hacían, que jamás iban a ser descubiertos, aunque sabían que si los detenían, tendrían que subir un día a la montaña del calvario, también llamada montaña de la calavera, para pagar por sus delitos, muriendo en una cruz. Morir de esa manera, era la venganza de la sociedad contra estos hombres perversos e incorregibles.
La crucifixión era una muerte planeada, fría, brutal y terrible. El delincuente era clavado sobre el madero y luego la cruz era levantada. Lo cruel de este método es que nadie muere porque le perforen las manos y los pies, ya que no son puntos vitales para una muerte inmediata. La crucifixión era un castigo para que el hombre sufriese antes de morir, la persona quedaba clavada en la cruz y podía resistir dos o tres días antes de morir. Durante todo este tiempo, estaba semidesnudo expuesto al sol del día que le quemaba, la lengua se pegaba a su paladar, la sangre que manaba de sus heridas se coagulaba y las moscas eran atraídas a montones. Solo podía mover su cabeza y cuando llegaba la noche el viento helado de la montaña castigaba su cuerpo como un latigazo, cuando el sol del nuevo día salía ya no podía soportar más el dolor y el sufrimiento; suplicaba a los soldados que le dieran un poco de agua, o que terminaran con su vida. Era preferible morir a seguir sufriendo.
Lamentablemente la ley no permitía ningún tipo de ayuda, por lo que la muerte debía producirse lenta y progresivamente. Cuando el condenado suplicaba por su pronta muerte, el soldado le respondía: -Te acuerdas cuando aquella pobre mujer te imploraba que no matases a su hijo y a su esposo? Tú te burlabas de ella y no le hiciste ningún caso. ¿Y ahora nos pides ayuda? Tu destino está marcado, vas a morir lentamente porque queremos verte sufrir hasta el final.
Estos delincuentes son el típico ejemplo del ser humano, quemado por el sol de la conciencia que lo martiriza y atormenta día y noche, azotado por el viento helado de los complejos y culpas del pasado, que lo castigan permanentemente. ¿Adonde podrán ir? ¿Adónde podrán esconderse de su propia conciencia?
Duro, cruel e inhumano… Pues así, de esta manera murió Jesús, el hijo de Dios, el hombre perfecto, sin pecado, con una conciencia limpia y transparente, murió como el peor de los asesinos solo por quebrantar las leyes de los hombres de Jerusalén y sus tradiciones.
Junto a Él estaban dos ladrones; uno lo desafiaba diciendo: Si tú eres el Hijo de Dios sálvate y sálvanos. No le importaba, ni le interesaba arrepentirse, tampoco pedir perdón por el mal hecho, por el pecado que llenaba su corazón de odio y muerte, solo aspiraba que Jesús le quitara los clavos para bajarse de la cruz para continuar asesinando, robando y seguir haciendo lo que le da la gana.
El otro, no solo vio a un hombre a su lado, vio más allá, tuvo la capacidad de ver la divinidad de Jesús y no solo su humanidad. Quizás había escuchado a Jesús en alguna ocasión, aunque no le había hecho demasiado caso, pero en su situación, en este momento extremo de su vida le grito:
“-Jesús, no te olvides de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó: -Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23: 42/43
Jesús pasó por esta horrible muerte solamente por amor a nosotros y con el propósito de venir a morar en nuestros corazones. Simplemente debes reconocerlo como el Señor de tu vida y como tu Redentor personal.
“Haz como el ladrón que no vio a Jesús como hombre sino como Dios, no pongas tu mirada solo en lo material, aquellas cosas que solo se pueden ver y tocar, sino en las espirituales, en las cosas de Dios”Suicidio
Desde hace un tiempo, cada vez se escuchan más noticias de suicidios y aunque eso afecta a personas de todas las edades, últimamente, en la mayoría de los casos se refieren a chicos y adolescentes.
Es como si se pusiera en marcha el efecto dominó: alguien se suicida, el caso sale publicado en las noticias, e inmediatamente, otros, por cuya cabeza está rondando la misma idea, hacen lo mismo, hasta que llega a convertirse en una especie de pandemia psicológica.
Hasta los especialistas se preguntan por qué una persona toma esta decisión tan drástica. ¿Qué los impulsa a quitarse la vida? Nadie tiene una respuesta convincente. Todo son suposiciones, teorías, pero nadie encuentra una solución. En la mayoría de los casos lo único que se hace es impedir que la noticia llegue al público, para evitar que otros hagan lo mismo.
Además, vemos como otros también se suicidan, sin la intención especifica de hacerlo. Me refiero a todos aquellos que totalmente alcoholizados, o bajo los efectos de las drogas, se suben a un auto y viajan a toda velocidad, para, en la mayoría de los casos, terminar estrellándose contra un árbol, un muro o con otros vehículos causando además de su propia muerte la de los demás.
En las noticias de estos días daban cuenta de adolescentes europeos que, de vacaciones en España y por pura diversión, hallándose bajo los efectos de drogas y alcohol, se lanzaban desde sus habitaciones, situadas a varios metros de altura, a la piscina del hotel. Algunos sufrieron graves lesiones y otros perdieron la vida. Todo este tipo de juegos es totalmente diabólico y el que pierde, no pierde dinero ni prestigio, pierde al vida.
Si les preguntamos a esos jóvenes qué es lo que les impulsa a arriesgar de esa forma la vida, lo más probable es que las respuestas más generalizadas serían: Lo hacemos porque es divertido… No pasa nada… Está todo bien…Si todos lo hacen, porqué no hacerlo… Qué tiene de malo…
Expresiones que sólo representan una total y absoluta irresponsabilidad y un desprecio imposible de comprender por la vida.
En realidad tenemos dos tipos de suicidios. Uno es aquél que se instala en nuestra mente y que nos bombardea con la idea de quitarnos la vida, haciéndonos creer que de esa manera vamos a dejar nuestros sufrimientos y nuestra miserable situación, para pasar a un estado mejor . El otro es el desprecio por la vida y el absurdo pensamiento de que las tragedias sólo les ocurren a los demás, pero que a nosotros nunca nos va a pasar nada.
Hubo y hay casos resonantes, en todas partes del mundo. El suicidio de varios jóvenes en las ciudades de Villa G. Gálvez, en Santa Fe y Rosario de la Frontera, en Salta. Pactos suicidas entre varios adolescentes en Japón. Y millones de casos más alrededor del mundo.
En el primer caso, fui testigo de lo ocurrido. Medios de comunicación del todo el país se interesaron por la situación.Llamaban por teléfono o venían periodistas, para tratar de saber qué motivaba a estos jóvenes a tomar tremenda determinación. Todos en su búsqueda querían encontrar fantasmas, brujos, filosofías o cualquier cosa capaz de haber influenciado a estos jóvenes a que tomaran esa dramática decisión.
En todos estos casos, ya sea un suicidio premeditado o improvisado puedo decirte con absoluta autoridad y certeza, que el problema es netamente espiritual. Creo ver tu cara de sorpresa.
Todos tenemos problemas, tristezas, desánimo, desilusiones.. Lo terrible ocurre cuando influencias de orden espiritual, que no tienen nada que ver con Dios, más bien todo lo contrario, se aprovechan de nuestras emociones más negativas y nos llevan a una situación de desazón y desesperanza tan profunda que les es muy fácil poner en nuestra mente esos pensamientos de suicidio.
En la Palabra de Dios, Jesús explicó que el enemigo ha venido para robar, matar y destruir, pero que Él vino para darnos vida plena y abundante.
Con esa explicación puedes identificar fácilmente quien está detrás de la muerte y del suicidio.
Pero también puedes ver claramente que Dios te ofrece una clase de vida auténtica y con propósito
«Hay muchas clases de muerte y de suicidio, hay muchos muertos andantes por las calles de nuestra ciudad, pero hoy tú tienes la oportunidad de elegir la VIDA»
De la ciudad de Jerusalén, salían dos caminos, uno de ellos, bajaba a la ciudad de Jericó, una ciudad comercial, era un camino peligroso porque en él se escondían ladrones y delincuentes que aprovechaban las sombras de la noche para robar, asesinar y violar. Pensaban que nunca iban a pagar por el mal que hacían, que jamás iban a ser descubiertos, aunque sabían que si los detenían, tendrían que subir un día a la montaña del calvario, también llamada montaña de la calavera, para pagar por sus delitos, muriendo en una cruz. Morir de esa manera, era la venganza de la sociedad contra estos hombres perversos e incorregibles.
La crucifixión era una muerte planeada, fría, brutal y terrible. El delincuente era clavado sobre el madero y luego la cruz era levantada. Lo cruel de este método es que nadie muere porque le perforen las manos y los pies, ya que no son puntos vitales para una muerte inmediata. La crucifixión era un castigo para que el hombre sufriese antes de morir, la persona quedaba clavada en la cruz y podía resistir dos o tres días antes de morir. Durante todo este tiempo, estaba semidesnudo expuesto al sol del día que le quemaba, la lengua se pegaba a su paladar, la sangre que manaba de sus heridas se coagulaba y las moscas eran atraídas a montones. Solo podía mover su cabeza y cuando llegaba la noche el viento helado de la montaña castigaba su cuerpo como un latigazo, cuando el sol del nuevo día salía ya no podía soportar más el dolor y el sufrimiento; suplicaba a los soldados que le dieran un poco de agua, o que terminaran con su vida. Era preferible morir a seguir sufriendo.
Lamentablemente la ley no permitía ningún tipo de ayuda, por lo que la muerte debía producirse lenta y progresivamente. Cuando el condenado suplicaba por su pronta muerte, el soldado le respondía: -Te acuerdas cuando aquella pobre mujer te imploraba que no matases a su hijo y a su esposo? Tú te burlabas de ella y no le hiciste ningún caso. ¿Y ahora nos pides ayuda? Tu destino está marcado, vas a morir lentamente porque queremos verte sufrir hasta el final.
Estos delincuentes son el típico ejemplo del ser humano, quemado por el sol de la conciencia que lo martiriza y atormenta día y noche, azotado por el viento helado de los complejos y culpas del pasado, que lo castigan permanentemente. ¿Adonde podrán ir? ¿Adónde podrán esconderse de su propia conciencia?
Duro, cruel e inhumano… Pues así, de esta manera murió Jesús, el hijo de Dios, el hombre perfecto, sin pecado, con una conciencia limpia y transparente, murió como el peor de los asesinos solo por quebrantar las leyes de los hombres de Jerusalén y sus tradiciones.
Junto a Él estaban dos ladrones; uno lo desafiaba diciendo: Si tú eres el Hijo de Dios sálvate y sálvanos. No le importaba, ni le interesaba arrepentirse, tampoco pedir perdón por el mal hecho, por el pecado que llenaba su corazón de odio y muerte, solo aspiraba que Jesús le quitara los clavos para bajarse de la cruz para continuar asesinando, robando y seguir haciendo lo que le da la gana.
El otro, no solo vio a un hombre a su lado, vio más allá, tuvo la capacidad de ver la divinidad de Jesús y no solo su humanidad. Quizás había escuchado a Jesús en alguna ocasión, aunque no le había hecho demasiado caso, pero en su situación, en este momento extremo de su vida le grito:
“-Jesús, no te olvides de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó: -Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23: 42/43
Jesús pasó por esta horrible muerte solamente por amor a nosotros y con el propósito de venir a morar en nuestros corazones. Simplemente debes reconocerlo como el Señor de tu vida y como tu Redentor personal.
“Haz como el ladrón que no vio a Jesús como hombre sino como Dios, no pongas tu mirada solo en lo material, aquellas cosas que solo se pueden ver y tocar, sino en las espirituales, en las cosas de Dios”Suicidio
Desde hace un tiempo, cada vez se escuchan más noticias de suicidios y aunque eso afecta a personas de todas las edades, últimamente, en la mayoría de los casos se refieren a chicos y adolescentes.
Es como si se pusiera en marcha el efecto dominó: alguien se suicida, el caso sale publicado en las noticias, e inmediatamente, otros, por cuya cabeza está rondando la misma idea, hacen lo mismo, hasta que llega a convertirse en una especie de pandemia psicológica.
Hasta los especialistas se preguntan por qué una persona toma esta decisión tan drástica. ¿Qué los impulsa a quitarse la vida? Nadie tiene una respuesta convincente. Todo son suposiciones, teorías, pero nadie encuentra una solución. En la mayoría de los casos lo único que se hace es impedir que la noticia llegue al público, para evitar que otros hagan lo mismo.
Además, vemos como otros también se suicidan, sin la intención especifica de hacerlo. Me refiero a todos aquellos que totalmente alcoholizados, o bajo los efectos de las drogas, se suben a un auto y viajan a toda velocidad, para, en la mayoría de los casos, terminar estrellándose contra un árbol, un muro o con otros vehículos causando además de su propia muerte la de los demás.
En las noticias de estos días daban cuenta de adolescentes europeos que, de vacaciones en España y por pura diversión, hallándose bajo los efectos de drogas y alcohol, se lanzaban desde sus habitaciones, situadas a varios metros de altura, a la piscina del hotel. Algunos sufrieron graves lesiones y otros perdieron la vida. Todo este tipo de juegos es totalmente diabólico y el que pierde, no pierde dinero ni prestigio, pierde al vida.
Si les preguntamos a esos jóvenes qué es lo que les impulsa a arriesgar de esa forma la vida, lo más probable es que las respuestas más generalizadas serían: Lo hacemos porque es divertido… No pasa nada… Está todo bien…Si todos lo hacen, porqué no hacerlo… Qué tiene de malo…
Expresiones que sólo representan una total y absoluta irresponsabilidad y un desprecio imposible de comprender por la vida.
En realidad tenemos dos tipos de suicidios. Uno es aquél que se instala en nuestra mente y que nos bombardea con la idea de quitarnos la vida, haciéndonos creer que de esa manera vamos a dejar nuestros sufrimientos y nuestra miserable situación, para pasar a un estado mejor . El otro es el desprecio por la vida y el absurdo pensamiento de que las tragedias sólo les ocurren a los demás, pero que a nosotros nunca nos va a pasar nada.
Hubo y hay casos resonantes, en todas partes del mundo. El suicidio de varios jóvenes en las ciudades de Villa G. Gálvez, en Santa Fe y Rosario de la Frontera, en Salta. Pactos suicidas entre varios adolescentes en Japón. Y millones de casos más alrededor del mundo.
En el primer caso, fui testigo de lo ocurrido. Medios de comunicación del todo el país se interesaron por la situación.Llamaban por teléfono o venían periodistas, para tratar de saber qué motivaba a estos jóvenes a tomar tremenda determinación. Todos en su búsqueda querían encontrar fantasmas, brujos, filosofías o cualquier cosa capaz de haber influenciado a estos jóvenes a que tomaran esa dramática decisión.
En todos estos casos, ya sea un suicidio premeditado o improvisado puedo decirte con absoluta autoridad y certeza, que el problema es netamente espiritual. Creo ver tu cara de sorpresa.
Todos tenemos problemas, tristezas, desánimo, desilusiones.. Lo terrible ocurre cuando influencias de orden espiritual, que no tienen nada que ver con Dios, más bien todo lo contrario, se aprovechan de nuestras emociones más negativas y nos llevan a una situación de desazón y desesperanza tan profunda que les es muy fácil poner en nuestra mente esos pensamientos de suicidio.
En la Palabra de Dios, Jesús explicó que el enemigo ha venido para robar, matar y destruir, pero que Él vino para darnos vida plena y abundante.
Con esa explicación puedes identificar fácilmente quien está detrás de la muerte y del suicidio.
Pero también puedes ver claramente que Dios te ofrece una clase de vida auténtica y con propósito
«Hay muchas clases de muerte y de suicidio, hay muchos muertos andantes por las calles de nuestra ciudad, pero hoy tú tienes la oportunidad de elegir la VIDA»
Comentarios