Te acercaste silencioso
dibujando tus pisadas,
y en la noche toda Santa,
despertaste para amar.
Y el pesebre se hizo dueño
del más sublime gozo,
arropando tú presencia
que brillaba en el portal.
Y los ángeles cantaban
y Belén era alborozo,
y María te mimaba
besando tú humanidad.
Como niño haz llegado,
“quédate entre nosotros”
para entregarnos tú Cielo,
a cambio del nuevo amor.
Ana María Capalbo
Café del abrazo literario
anamaria.capalbo@gmail.com
Comentarios