Sólo el amor vence al odio: Pbro. Alderico
Dolzani ssp.
Vemos muchas cruces,
demasiadas, a lo largo de nuestro camino. Siempre contemplo con tristeza los
enormes cementerios de guerra con miles y miles de cruces. ¡Cuántas vidas
truncadas por el delirio de pocos! Viajando por nuestras rutas, observamos
varias cruces que nos señalan accidentes fatales. Pocos de estos son por fallas
mecánicas, casi todos por irresponsabilidad de quienes manejan, de quienes
custodian, de quienes mantienen nuestras rutas. Otros tantos por el alcohol y
las drogas. ¡Cuántas vidas perdidas por culpa de la inconsciencia! En
ocasiones, no hay una cruz, sino una estrella de David, una media luna u otro
signo, pero significan lo mismo: Alguien acabó ahí su vida.
También se exhiben cruces
en las iglesias, en las casas y en los cuartos, pero indican que allí se reúnen
o viven creyentes en el Señor crucificado. Algunas personas lucen cruces muy
costosas, de oro y diamantes, simplemente para ostentar mucho dinero. Son
cruces que no muestran al verdadero Señor crucificado. Otras personas llevan cadenitas
con crucecitas de metales preciosos, que
recibieron como regalo, y las llevan puestas porque les recuerdan al ser
querido que se las dió y su fe, por la propia fe y como protección.
Hay muchas otras cruces
que se llevan en el corazón, provocadas por traiciones, desprecios, engaños,
odios, etc. Son cruces que no se ven exteriormente y que podemos ayudar a
llevar como el buen Cireneo. Detrás de cada cruz, hay una vida. Cada debería recordar a quien dio la
suya, el Crucificado, para que no haya más cruces de los hombres. Solo su amor
es más fuerte que el odio, por eso mismo, en los Viernes Santos, nos pide
vencer los odios con el amor. Nuestra vida en él nos lleva a aclamar y decir:
¡Demos gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
El mensaje de la liturgia (Jn 18, 1-19,42): La liturgia nos presenta
esa hora de la verdad en la que Jesús cumple con contundencia la voluntad del
Padre y asume con sacrificio las consecuencias del pecado. El Señor asume la
muerte-pecado para redimirnos y mostrarnos, en su propia carne, hasta donde
Dios nos ama. A contraluz, nos hace ver que el pecado nos aleja del Señor y
hace que nuestro ser no esté íntegro. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a
ver vía crucis, crucifijos, imágenes, películas y demás como una cuestión
cultural, como tantas otras. Tanto es así que un día como hoy, necesitamos
esforzarnos para poder asumir nuestra realidad de necesitados de misericordia, y comparecer con Cristo para morir a ese pecado,
con el fin de resucitar a una vida nueva.
Comentarios