¿QUÉ ES LA LEY DE
SANTIDAD: Lv 17-26? Francesc Ramis Darder
La teología sacerdotal afirma que Dios es el único
santo, mientras el ser humano alcanza la santidad sólo por analogía con la
santidad de Dios._ La teología contenida en la ley de Santidad desea acercar al
hombre a la santidad mediante el cumplimiento de los preceptos divinos. Los
sacerdotes que emitían las leyes legislaban en los santuarios, pero su
legislación no se ceñía sólo al entorno civil, sino que abarcaba principalmente
el ámbito cultual. La recopilación de las leyes promulgadas por los sacerdotes y
contenidas en Lv 17-26 constituyen la ley de Santidad.
La redacción de la Ley atravesó un proceso
complejo._ A tenor de la opinión de los comentaristas, al principio habría un
conjunto de leyes antiguas nacidas en los santuarios y promulgadas por los sacerdotes
que fueron agrupándose temáticamente. Más tarde, durante el exilio de Babilonia
(587-538 aC), los círculos sacerdotales de Jerusalén recopilaron las leyes
situándolas en el marco de la promulgación sacral: Dios proclamaba las leyes y
Moisés las trasmitía al pueblo._ Los sacerdotes intercalaron en el cuerpo legal
algunas exhortaciones (Lv 18,24-30; 20,22-24; 2,18), un conjunto de bendiciones
y maldiciones (Lv 26,3-38) y la referencia a la alianza de Dios con su pueblo
(Lv 26,39-46).
Ley de Santidad (Lv 17-26) gira alrededor de un
principio teológico crucial: “Sed santos, porque yo el Señor vuestro Dios, soy
santo” (Lv 19,2)._ La repetición del fundamento teológico desea acercar el ser
humano a la santidad divina mediante el cumplimiento de los mandamientos; por
eso la ley recorre los diversos ámbitos sociales y cultuales._
La ley enfatiza el cumplimiento de los
mandamientos afirmando que la fidelidad a los preceptos engendra la vida plena
del hombre: “Observaréis, pues, mis mandamientos y mis leyes, que dan vida a
quien los cumple” (Lv 18,5). Y advierte también que el incumplimiento de los
preceptos provoca la destrucción de la
sociedad: “Guardad todas mis leyes…Para que no os vomite la tierra a la que os
voy a conducir para que habitéis en ella” (Lv 20,22). Por tanto, el objetivo de
la ley estriba en proporcionar al ser humano la capacidad de vivir en plenitud,
y prevenirle de las consecuencias nefastas que conlleva descuidar el
cumplimiento de los mandamientos.
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