LA RESURRECCIÓN
CONTADA POR EL MISMO JESÚS
Documento privado
de La Pasión que según Catalina escuchó del mismo Jesús en Cochabamba, que
cuenta con las debidas licencias de la Jerarquía, como se puede leer en el
documento que incluimos al final. Entra dentro de lo que podemos llamar
REVELACIONES PRIVADAS que tienen el valor espiritual que la Iglesia concede en
estos casos cuando no consta nada en contra de la Doctrina Oficial de la
Iglesia. Ofrecemos el capítulo de la Resurrección, tal y como es recogido en la
versión oficial de la Pasión completa, de la que se han hecho múltiples
ediciones. Nos ofrece las palabras del Hijo, del Padre y de la Madre Dolorosa.
Pienso que te hará bien leer estos textos con fe y amor. Escucha a Dios y a
María que te hablan a ti.
LA RESURRECCIÓN DE
JESÚS
Al Viernes Santo siguió
el alba gloriosa del Domingo de Resurrección... Si no He decidido destruir al
mundo, quiere decir que deseo renovarlo y rejuvenecerlo. Los árboles viejos
necesitan ser deshojados y podados para que echen nuevos brotes. Y las ramas
viejas, las hojas secas, se queman. Separar a los cabritos de los corderos para
que estos puedan encontrar, a punto y bien preparados, fértiles pastos dónde
poder apacentarse a su gusto y beber de las límpidas fuentes del agua de
salvación... Es Mi Sangre redentora, que riega las áridas tierras que han
quedado desiertas del mundo de las almas; y correrá siempre sobre la tierra
esta Sangre, mientras haya un hombre que salvar.
Amada esposa,
quiero lo que tú no quieres, pero puedo lo que tú no podrías conseguir. Tu
misión es hacerme amar por las almas, enseñarles a vivir Conmigo. Yo no He
muerto en la Cruz entre mil tormentos para poblar de almas el infierno, sino de
elegidos el Paraíso.
DIOS PADRE
Veo, tembloroso,
allá abajo en la penumbra de Getsemaní, a Mi Hijo que, bajado del Cielo, tomó
la forma y la sustancia de esa Mi criatura, que presume y presumió poder
rebelarse a su Creador. El hombre, aquel hombre solo y turbado, es la víctima
designada y, como tal, ha debido lavar con Su propia Sangre a la humanidad
toda, que representa. Se estremece y horroriza al sentirse cubierto, hasta
verse dominado por la inconcebible masa de pecados que debía quitar de las
conciencias negras de millones y millones de criaturas sucias.
Pobre Hijo Mío, el
Amor te Ha llevado a esto y Tú ahora estás amedrentado por ello. ¿Quién deberá
glorificarte en el Cielo cuando, radiante, hagas Tu ingreso en él? ¿Podrá
alguna criatura darte una alabanza digna de Ti; un amor digno de Ti? ¿Y qué es
la alabanza y el amor de un hombre, de millones de hombres, en comparación con
el Amor con que Tú Has aceptado la más tremenda de las pruebas que jamás podrá
existir en la tierra? No, Hijo amado, nadie podrá igualarte en amor sino Tu
Padre, sino Yo que, en Mi Espíritu de Amor, puedo alabarte y amarte por Tu
sacrificio de aquella noche.
Has alcanzado,
amadísimo Hijo Mío, en quien apoyo toda Mi benevolencia, el paroxismo de la
muerte sobreviviendo en la agonía amarguísima del Huerto. Tú Has llegado, en la
esfera de Tu Humanidad verdadera y entera, al cúlmen de la gran pasión que
pueda tener un corazón humano: sufrir por las ofensas hechas a Mí; pero sufrir
por ellas, con el amor purísimo e intenso que hay en Ti. Has tocado, si bien
con temblor, el límite por el cual la humanidad debía alcanzar completa
Redención. Tú, Hijo adorado, Has conquistado, con sudor de Sangre, no sólo las
almas de Tus hermanos sino, aún más, la Gloria Tuya, personal, que debía sobre
elevarte a Ti, hombre, al par Conmigo, Dios como Tú.
Tú Has arrastrado
en Mí la más perfecta justicia y el más perfecto Amor. Entonces representaban
la Hez del mundo y lo hacías por Tu voluntaria y libre aceptación. Ahora eres,
entre todos, el honor y la Gloria y el gozo Mío. No eras Tú Mi ofensor, no Tú;
Tú Has sido siempre Mi Hijo amado en quien He puesto Mi complacencia; no eras
Tú la Hez; porque incluso entonces, Yo Te veía como Has sido siempre: Mi Luz,
Mi Palabra, es decir, justamente Yo mismo. Hijo, que temblaste y sucumbiste por
Mi honor, ¡Tú Has merecido que Tu Padre Te haga conocer al mundo; a ese ciego
mundo que Nos ofende y que, con todo, Nos es tan querido! Oh, Hijo amadísimo,
Yo Te veo y Te veré siempre en aquella noche de Tu amargura, y Te tengo siempre
presente. Por Tu amor, Estoy reconciliando a las criaturas con las criaturas. Y
pues, Tú no podías alzar a Mí Tu rostro; tan cubierto estaba de sus culpas.
Ahora, para complacerte, hago que ellos alcen sus rostros a Nosotros para que,
vislumbrando Tu Luz, queden presa de nuestro amor.
Ahora, Hijo Mío,
siempre tan amado, haré lo que Te dije cuando estaban en la sombra de Getsemaní
y serán grandes cosas para alegrarte y darte honor…
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