Levantar
la mirada y crecer: Pbro. Aldo Ranieri
El pasaje del evangelio es un diálogo, en tres
puntos sucesivos, de Juan con su lector para que reflexione sobre su fe en
Jesús. El primero propone la crucifixión de Jesús y su sentido, y para eso usa
la expresión “Hijo del Hombre”; el segundo propone la relación del Padre con
Jesús, y para eso utiliza la expresión “Hijo único”; el tercero pone en evidencia
que Jesús crucificado y obediente al Padre es el único camino para cambiar el
rostro violento de la humanidad, y para eso utiliza el verbo “juzgar”. La
expresión “Hijo del Hombre” significa “ser humano”, una forma que Jesús
privilegiaba para hablar de sí mismo y que, para nosotros, sería equivalente a
Hijo de María Virgen, pero que, para sus escuchas, era más significativa, ya
que reconocían en ella una alusión a un texto mesiánico del profeta Daniel (Dn
7, 13-14). El verbo “levantar” contiene la idea de “ser crucificado”, como en
Jn 12, 32. La cita de la serpiente de bronce levantada por Moisés (Núm. 21) da
la interpretación de la crucifixión para el creyente: no es un fracaso de
Jesús, sino que, como un cuerpo inanimado en el desierto, devolvía la vida a
los que lo miraban con fe, así el cuerpo inanimado de Jesús, ofrecido al Padre,
es la única fuente de vida eterna para la humanidad. La expresión “Hijo Único
de Dios”, entregado por el Padre, mientras subraya el amor del Padre que se
desprende de su Hijo único para liberar de la muerte a la creación entera,
habla también de la obediencia de Jesús, que confunde en un solo sentir el amor
a su Padre y su amor para con nosotros, y se deja crucificar. El verbo “juzgar”
indica que hay un veredicto: creer en Jesús es conformar la propia vida sobre
sus enseñanzas, es decir, que sería como pasar de decir “derechos humanos” a
decir “derechos de mi hermano”.
El mensaje de la liturgia: ¡Dios está enfermo!: Los
cristianos creemos en un Dios “empecinado” en amarnos. ¡Dios está enfermo! La
enfermedad de Dios es su amor por el hombre. Esta enfermedad es incurable.
Frente a los rechazos, infidelidades y miserias del hombre, Dios no retira ni
siquiera, atenúa su amor, lo multiplica. Para consuelo nuestro, en Dios, el
amor es una enfermedad incurable.
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