Mateo 17,1-9.
Domingo
2º de Cuaresma: Reflexión: Siempre en el segundo domingo de
Cuaresma la liturgia nos pone ante nuestros ojos este pasaje de la
Transfiguración del Señor. Y es que nos quiere dar ánimo para que continuemos
la penitencia y llevando nuestra cruz, porque al final del camino nos espera
también a nosotros la gloria del Cielo, gloria que Jesús manifestó hoy delante
de sus tres apóstoles. Tengamos entonces esperanza de que nuestros sufrimientos
cotidianos tienen un gran premio al final del camino de la vida. Y obedezcamos
la voz del Padre, que desde la nube luminosa nos dice que escuchemos a Jesús. Y
escuchar, significa oír y poner por obra lo que se oye. Pidamos a la Santísima
Virgen la gracia de que en esta cuaresma tengamos presente la Transfiguración
del Señor en el momento del Viernes Santo. Es de suponer que los discípulos aún
tenían ciertas dudas sobre Jesús, aún había cosas que no entendían. Podemos
imaginar que en su corazón se preguntaban si habrían elegido bien, si habrían
hecho bien al haber dejado todo para
seguir a Jesús. Podemos suponer que dudas como éstas habitarían su mente y no
les dejaría dormir fácilmente por las noches. Hasta que llegó el momento de la
transfiguración: Ahí desaparecieron todas las dudas, todas las preguntas. Ahí
constaron ciertamente que habían elegido bien porque Jesús es Dios. A partir de
ese día, y con la certeza absoluta sobre Jesús, vivieron para anunciar, para
dar a conocer, para predicar al Señor y la verdad del Evangelio. ¿En que etapa
estamos nosotros: En la de duda o en la de la certeza?
Jesús, María, os amo, salvad las
almas.
Leer
el comentario del Evangelio por: San Juan Crisóstomo (c. 345-407), sacerdote en
Antioquía después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilías
sobre el evangelio de Mateo, n° 56; PG 58, 549. “No contéis a nadie la visión,
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”
Jesucristo había hablado muchas cosas
acerca de los peligros, de la muerte, de su Pasión y aun de la matanza de sus
discípulos, y les había dado preceptos difíciles, cosas todas realizables en la
vida presente y que estaban como quien dice entre las manos de ellos, mientras
que los otros bienes estaban en esperanza y expectación -como era aquello de
que quienes pierden su alma la salvarán y que El vendría en la gloria de su
Padre,… ya desde esta vida quiso hacerla manifiesta y revelarla, a fin de que
no se dolieran ni de la muerte de ellos ni de la muerte de su Señor; en
especial Pedro, que se esforzaba en aceptarlo.
Seis días después tomó Jesús a
Pedro, a Santiago y a Juan. ¿Por qué a solos ellos tomó? Porque eran más
excelentes que los otros. Pedro sobresalía porque amaba sobremanera a Cristo;
Juan porque era el muy amado; Santiago por la respuesta que dio juntamente con
su hermano cuando dijo: Podemos beber el cáliz. Y no sólo por la dicha
respuesta, sino además por sus obras… Y ¿por qué trae ahora a Moisés y a Elías?
Muchos motivos podrían aducirse. Y el primero es que las turbas decían que Él
era Elías, otros que Jeremías, otros que alguno de los profetas. Trae, pues,
consigo a los que parecían ser los principales, para que con esto se viera la
enorme diferencia que había entre el Señor y los siervos; y así mejor se viera
que justamente Pedro había sido alabado por haberlo confesado Hijo de Dios.
Hay otro motivo. El de que
frecuentemente se le acusara como transgresor de la Ley y que se le tuviera
como blasfemo, porque reivindicaba para sí la gloria del Padre… y que no había
traspasado la Ley ni había reivindicado para sí una gloria que no le
perteneciera, al llamarse igual al Padre. Por eso trae consigo a los que más en
esto se habían distinguido. Moisés había dado la Ley… En cuanto a Elías, que
estaba lleno de celo por la gloria de Dios… Para que entendieran que Cristo
tenía potestad sobre la vida y la muerte e imperaba en cielos y tierra. Por eso
hace presente a uno que ya había muerto y a otro que aún no había muerto. Para
manifestar la gloria de la cruz y consolar así a Pedro y a los otros que temían
la sagrada Pasión y levantarles el ánimo. Pues los profetas, en cuanto llegaron
ahí, no permanecieron callados, sino que trataban de la partida de Cristo que
debía cumplirse en Jerusalén, es decir, de su Pasión y muerte de cruz, pues así
la llaman siempre.
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