REFLEXIONE
POR FAVOR:
1. El
anhelo y la actitud positiva frente a ese regalo de Dios. El Padre
Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, está convencido
que las vocaciones salen normalmente de familias sanas y religiosas,
que dan testimonio de sus convicciones religiosas, que se imponen al
ambiente superficial que los rodea. Son papás con un profundo anhelo
de que en su familia nazcan vocaciones. Es un anhelo que guardan
escondido en sus corazones y del cual no le hablan a sus hijos.
En
épocas anteriores era un alto honor para una familia católica de
que de su seno surjan vocaciones.
Hoy en
día esa actitud ya no es tan evidente.
¿Cuál
será la causa? Pienso que el hombre de hoy es más materialista que
antes y menos religioso. Y eso es fruto no sólo de la sociedad de
consumo, sino también del ejemplo y la educación en nuestras
familias.
2.
Oración por las vocaciones. El pedido para que Dios llame a uno de
nuestros hijos, para nosotros tendría que ser una preocupación
diaria, levantar las manos hacia Dios pidiéndole que abra los
corazones de nuestros hijos y de otros jóvenes para una misión tan
hermosa.
Un
ejemplo de mi propia familia: Mis papás que todos los días rezaron
el Rosario, agregaron en cada misterio un undécimo Ave María
pidiendo por vocaciones religiosas de entre sus hijos. Y Dios los
escuchó y los bendijo con una religiosa y un sacerdote.
El
Padre Kentenich cuenta un ejemplo de Italia. De un pueblito de 5.500
habitantes surgieron en los últimos decenios unas 500 vocaciones. ¿Y
cuál es el secreto de esa fecundidad inaudita? En este pueblo, las
madres se unieron cada domingo y rezaron una sencilla oración. Le
rogaron a Dios que de cada una de sus familias les regale una
vocación. Y, a la vez, se comprometieron a llevar con su familia una
vida cristiana y a educar a sus hijos en ese espíritu. Allí vemos
el resultado de este simple acto. Hay que acompañar el anhelo con
una corriente de oración.
3. El
sacrificio por vocaciones. Es otro aporte que ofrecemos,
concretamente por vocaciones de entre nuestros hijos. Otro ejemplo
del Padre Kentenich:
De una
familia irlandesa muy cristiana surgieron dos vocaciones
sacerdotales. En el seminario, enfermaron gravemente de tuberculosis
peligrando su sacerdocio. Al superar su problema, les llegó la
noticia que su madre había muerto. Y antes que se ordenaran,
recibieron la noticia que también la hermana falleció. Después se
descubrió que las dos se habían ofrecido a Dios, para que les
mandara a ellas la enfermedad y para que los dos hijos pudieran
llegar a ser buenos sacerdotes.
Uno de
ellos es un conocido predicador y apóstol del Rosario. Él está
convencido de que debe su vocación a tres mujeres: a la Virgen, a su
madre y a su hermana.
No es
sólo una corriente de oración, sino también una marcada corriente
de sacrificios.
4.
Espíritu mariano. La atmósfera mariana en una familia es el mejor
fundamento. El Padre Kentenich nos hace ver que la Santísima Virgen
está interesada en mediarnos especialmente ciertas gracias: una de
ellas es la gracia del sacerdocio y de la vocación religiosa. Sin
ésta la Iglesia no puede cumplir su misión. Y resulta que María le
regaló a la Iglesia su primer sacerdote: Jesucristo. María es el
templo en el cual fue consagrado el sumo y eterno sacerdote.
La
familia de María le regaló a Cristo el espacio físico para su
vocación sacerdotal. Y le ofreció, además, la atmósfera
espiritual de la cual surgió su sacerdocio. Por eso si queremos que
de nuestra propia familia surjan vocaciones religiosas, debemos
cultivar ese espíritu mariano en nuestros hogares.
Eso me
recuerda un episodio de mi propia vida: al nacer yo, mi mamá en
seguida me entregó y consagró a la Virgen, para que ella me cuidara
en mi camino de vida y, si estaba en sus planes, me hiciera
sacerdote. Por eso creo que debo mi sacerdocio ante todo a María y a
mi mamá.
Preguntas
para la reflexión
1.
¿Rezamos a Dios para que a nuestra familia le de la gracia de una
vocación?
2.
¿Deseamos realmente que uno de nuestros hijos elija el sacerdocio o
la vida consagrada?
3.
¿Qué sacrificio le ofrecemos a Dios para que nos regale la gracia
de llamar a un hijo nuestro?
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