El
reino de Israel
Arrastrando tras de sí a
diez de las tribus de Israel, Jeroboam pasó a ser el soberano de un reino mucho
más importante que el del sur, reagrupado alrededor de Jerusalén. En adelante,
el reino del norte será designado en los textos de diversas maneras: Reino de
Israel o simplemente Israel porque agrupaba los territorios de Palestina
central, que guardaban celosamente el recuerdo de su patriarca Jacob-Israel. Efraím, debido a la
importancia de esa tribu. Reino de Samaria o Samaria por el nombre de la
capital que pronto le daría el rey Omri.
Siquem,
Tirsa, Samaria
En un comienzo Jeroboam
conservó a Siquem como capital de su reino, pero ya en los primeros años de su
reinado el peligro egipcio lo obligó a abandonar la antigua ciudad en donde por
primera vez Abrahán había levantado un altar a Yavé (Gén 12,7). El faraón
Sesonq, después de haberse apoderado de varias plazas fuertes del reino de
Judá, le había impuesto a Roboam un pesado tributo; sus tropas atravesaban ahora
las tierras de Israel; Jeroboam, entonces, cruzó el Jordán y se puso a
resguardo detrás del río, instalándose en Penuel. Pasado el peligro, volvió a la Cisjordania , pero no
regresó a Siquem, sino que escogió a Tirsa como su capital en la montaña de Efraím.
Un golpe de estado y el
incendio del palacio real llevaron a un nuevo cambio de capital: Omri… reinó
doce años, seis de ellos en Tirsa. Luego compró a Semer el cerro de Samaria por
dos talentos de plata. Construyó sobre el cerro (1Re 16,8). La elección de Omri
era calculada: Tirsa, construida sobre el brote de uno de los torrentes que
descienden del macizo central al Jordán, no tenía más salida que hacia los
territorios seminómadas de Transjordania: había que salir de su aislamiento y
apuntar a otros horizontes.
Más poderoso y más rico
que el reino de Judá, Israel habría podido tener una mejor suerte; pero a pesar
de algunos grandes monarcas como Omri, Ajab, y en los últimos decenios,
Jeroboam II, las intrigas y los numerosos golpes de estado (nueve en poco más
de dos siglos) hicieron imposible una política coherente. Fuera de eso el reino
de Israel debió repeler en varias oportunidades los ataques de los arameos de
Damasco que representaban una amenaza terrible a su frontera noreste.
Los libros de la Biblia , escritos o
revisados totalmente en el reino rival de Judá, son muy parciales cuando hablan
de los reyes de Israel. No traicionan sin embargo la verdad cuando muestran la
influencia preponderante de la cultura cananea y de los cultos locales con los
Baales y las Astartés aunque dan la impresión de mirar en menos a sus hermanos
separados, los israelitas del norte. A pesar de todo atribuyeron un lugar
destacado a las tradiciones y a los documentos que se referían a los dos
profetas excepcionales que hubo en ese país: Elías y Eliseo.
Las
últimas horas
Al final, el despertar de
Asiria acarreó la ruina del reino de Israel. Con Asurbanipal II el armamento
había hecho progresos considerables, se poseían maquinarias capaces de
conquistar las ciudades mejor fortificadas, la caballería había reemplazado a
los carros, y los destacamentos de arqueros y de lanceros constituían la fuerza
de la infantería. Pecaj, que reinaba entonces en el reino del norte fue lo
bastante inconsciente como para armar con Damasco una coalición contra
Teglat-falazar: eso le costó la mitad de su reino. Oseas, algunos años más
tarde, cometió el mismo error. El asirio Salmanasar V lo hizo arrestar, invadió
todo el país y sitió Samaria. En el noveno año de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria,
desterró a los israelitas a Asur (2Re 17,5). El año 721 el reino de Israel
había dejado de existir, su territorio pasó a constituir en adelante cuatro
provincias asirias: Meguido, Dor, Galaad y Samaria.
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