Los Magos no son historias de chicos: Pbro Aderico
Dolzani, ssP. (06/01/2013)
Pesebres, cantos junto al árbol de Navidad y las historias
de los Reyes Magos se conectan con las vivencias de la infancia de los que ya
somos grandes. También recordamos hasta cuando le poníamos un poco de agua a
los camellos para que siguieran el viaje. Y los que teníamos patio incluso
íbamos a rastrear las pisadas... También estaban los que juraban que en su casa
las encontraban. Después crecimos, perdimos esa inocencia y tal vez también la
fe. Emancipación adolescente o joven y adulta va anexada al abandono de la fe.
La crisis de fe que viene con los primeros años del uso de razón es siempre
bienvenida: es el paso obligado para que se forme el cristiano adulto y
comprometido. En realidad el evangelista nos presenta a unos magos, mejor dicho
sabios en filosofía, teología oriental, quizá sacerdotes de Persia y eruditos
en ciencias de Oriente, que en su búsqueda habían detectado la proximidad de un
ser especial que debía de llegar. Después la devoción popular los convirtió en
Reyes, que llegaban con una especie de corte nómade. También nos enseña a los
que conocían las escri- turas sagradas y las promesas de que el Mesías estaba
llegando. Se trata de personas con poder político, como Herodes, y otros con
poder religioso, como los sacerdotes y los escribas que hasta indicaron dónde
iba a nacer. Las reacciones de estos dos grupos de personas, frente a la
llegada del Mesías, indican un punto que se reitera en la historia: unos se
manchan con crímenes que cometen u ocultan y callan, y otros lo reconocen
aunque deben huir. La llegada del Mesías, la persona más importante para
nosotros, fue un punto de no retorno, cambió el punto de vista de muchos: unos
creen y otros lo ignoran. Pero Dios nunca desaparece, nosotros sí. Palabra y
experiencia de los Reyes Magos, mejor dicho, de unos sabios de Oriente que,
mirando una estrella, descubrieron el infinito
El mensaje de la liturgia: La estrella es Jesús
Las estrellas están allí, en el firmamento. Muchos las
ven e incluso las admiran. Pero otros “ni siquiera se dan cuenta” de que
existen, no gozan de la particular belleza de un cielo estrellado. La estrella
del cristiano -¡Y de la historia!- es Jesús. Si miramos el mundo de los “medios
de comunicación” , veremos más tinieblas que luz. Pero la inmensa luz de dios,
su estrella, que es Cristo sigue quebrando la oscuridad de la injusticia, la
avaricia, el egoísmo, la indiferencia, los miedos, el desaliento… mediante
hombres y mujeres de buena voluntad que no se conforman con su “bienestar”, y
lo “superan2 para transformarlo en solidaridad y fraternidad. Son todos los que
cada día siguen la ESTRELLA con la esperanza de ser una pequeña estrella del
Padre celestial para el bien de los hermanos.
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