María figura personal de la Iglesia:
Víctor M Fernández ( 15/ 08/2011)
Si nos preguntamos por qué María tuvo el privilegio de ser
elevada al cielo em cuerpo y alma, respondemos que el motivo fundamental es
que, por ser la madre de Dios, el Espíritu Santo la llenó de su gracia de
manera que el pecado no tuvo ningún poder sobre ella. Por eso la corrupción de
los cuerpos, que es consecuencia del pecado, no se realizó en el cuerpo del
verbo encarnado. Además, decimos que por la íntima unión de María con Jesús, lo
que sucedió con el cuerpo del Hijo sucede también con su madre: “No dejarás que
tu servidor sufra la corrupción” (Cf: Sal: 16, 8-11; Act: 2, 24-31). De hecho,
el texto evamngeico que esta vez leemos destaca esa unión inseparable entre
Jesús y su madre cuando Isabel utiliza el mismo apelativo para referirse a la
madre y para referirse a Jesús: “Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre” (Lc: 1, 42). Por
esa misma unión inseparable, cuqando Isabel se declara indigna de recibir la
visita del Mesías, sólo dice: “¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor
venga a visitarme?” (Lc: 1, 43). Pero
también podemos preguntarnos de qué manera aparece expresada en el Evangelio la
santidad de maría. Y todos nosotros
estamos llamados a reconocer esa felicidad propia de la santidad de maría. Ella
misma aparece anunciándolo en el canto que Lucas coloca en sus labios: “Todas
las generaciones me llamarán feliz” (Lc:
1, 48). Pero la felicidad perfecta se alcanza cuando somos plenamente
transfigurados en el cielo, y ese es el privilegio de maría, que libre del
pecado y de sus consecuencias, vivendo una santidad sin manchas, fue elevada al
cielo en cuerpo y alma. Pero al celebrar esta solemnidad, no podemos dejar de
recordar el texto de Apoc: 12. Donde esta “Mujer” aparece como un signo en el cielo, para
alimentar la esperanza de sus hijos. También es ella la que tiene otros hijos,
los que “obedecen los mandamientos de Dios”
(Apoc: 12, 17). Es cierto que esa figura de la mujer se aplica además a
la Iglesia perseguida (Apoc: 12, 6-14). Pero María es la figura personal donde
la Iglesia ve reflejada y simbolizada su propia maternidad espiritual. Por eso,
en este texto de Apocalipsis no podemos dejar de reconocer a María, lelvada al
cielo en cuerpo y alma, plenamente trqansfigurada, como el gran signo celestial
que ilumina la esperanza del pueblo de Dios. Eso es lo que hoy celebramos con
mucho gozo.
El mensaje de la liturgia: Mi alma canta…
María, “la primera discípula del Señor”, nos enseña fe,
disponibilidad, entrega, espíritu de servicio… y tantas otras cualidades de un
“buen” discípulo. Nos enseña también a cantar, a estremecerse de gozo, a ser
feliz con la única auténtica felicidad: La que cubre a quien experimenta que el
salvador siempre mira con bondad la pequeñez de sus servidores. Si, Señor, mi alma,
canta tu grandeza y mi espíritu se estremece de gozo por las cosas maravillosas
que haces con todos nosotros.
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