El cuerpo le va delante.
La sombra le sigue atrás.
Sus heridas manchan de rojo
las calles de la ciudad.
La Cruz le pesa, tropieza y cae,
su pobre físico no le da más:
¿Padre por qué me abandonas
si a nadie le hecho mal?
Sabe que el destino es ese
y no lo puede esquivar.
Que solo así salvará el mundo
y al que lo quiera escuchar.
Lo clavaron al madero
y allí la tierra tembló.
Se moría el Rey de Reyes
en lo alto de la Cruz.
Antes de cerrar sus ojos,
su cabeza levantó
y a su padre, en un suspiro
su pobre alma entregó.
Allí moriría el odio
y nacería el Amor.
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